MÁS HOOLIGANS Y UNIVERSITARIOS

Pensando esta noche mientras le cambiaba el pañal a mi chicazo -una actividad de lo más hooligan-, he descubierto que lo que me molesta de la frase del munícipe de Salou del post anterior no es el elitismo demodé y cateto que pone de manifiesto, sino la poca confianza que deposita en los universitarios. ¿Qué está diciendo? ¿Que unos universitarios no son capaces de comportarse como hooligan? ¿Que no tienen materia testicular suficiente para arrasar tres o cuatro pueblos costeros? ¿Que son unas nenazas remilgadas incapaces de trasegar un hectolitro de sangría barata de trago?

Desde que lo aprendimos en los teóricos de la postmodernidad, sabemos que la identidad del individuo en las sociedades actuales ya no se construye sobre una sola lealtad. Ya no somos solo proletarios, bebedores de cerveza Ámbar o forofos del Atlético de Madrid. Ahora podemos ser muchas cosas al mismo tiempo. Susanna Griso nos ha enseñado en los anuncios de Actimel que se puede ser periodista y madre. Hans Delbrück, cuyo cerebro se conserva en una vitrina en un pueblo de Transilvania en la peli El jovencito Frankenstein, era científico y santo. Muchos curas irlandeses -y de muchas otras diócesis- han puesto mucho empeño en ser tan buenos sacerdotes como desvirgadores de culitos tiernos. Y un cura manchego fue un paso más allá e hizo compatibles su sacerdocio y su condición de puto.

Siempre habrá individuos como Jaume Matas, que sólo tienen una cara, aunque sea de hormigón con estructura reforzada, pero la mayoría de nosotros podemos ser varias cosas a la vez sin problemas. ¿Por qué no se puede ser universitario y hooligan? De acuerdo que es difícil ser al mismo tiempo, pongamos por caso, fan de Joaquín Sabina y un tipo con una conversación interesante. Hay cosas que chocan, que reaccionan negativamente cuando las pones juntas en la misma persona, pero doy fe de que el hooliganismo es perfectamente compatible con estar matriculado en un centro de educación superior.

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