LA VAGINOPLASTIA DE ALMODÓVAR

Qué gusto da escribir de lo que escribe todo el mundo. Qué gusto improvisar unos chistes fáciles sobre la peli del momento y recoger tres o cuatro aplausillos del respetable. La gente se debe de pensar que los terroristas blogueros siempre andamos con la meninge irritada de tanto frotárnosla para encontrar algo original de lo que escribir, pero se equivocan: nada nos da mayor placer que etiquetar nuestros textos con los trending topics del día. Asomar la nariz al corrillo, preguntar de qué se está hablando y hacer un chiste de pedos al respecto. Eso es lo que nos mola de verdad.

Así que voy a sacar al Carlos Boyero que llevo dentro —sin su cuenta corriente pero con un careto mucho más joven y saneado— y voy a escribir sobre lo que ustedes ya imaginan. Y lo voy a hacer sin spoilers de esos, para que no lean como si pisaran huevos, que les conozco.

Sí, Almodóvar. Qué cosa.

Como muchos de ustedes, acabo de salir de ver su peli. Yo sólo he pagado 4,50 euros, que era día del espectador, y con lo que me ahorré en la entrada me pillé una mediana de palomitas. Siempre pido la grande y no consigo acabármela ni con la ayuda de mi señora, así que probé con la mediana y tampoco pude con ella. Al final, se quedaron en el fondo esas molestas migajas y esos granos de maíz que son como abortos de palomita y que pueden hacerte saltar un empaste.

Me explayo en la descripción del contexto de mi actitud escópica ante el objeto fílmico en tanto que sujeto observador (ya casi hablo como un catedrático de humanidades o como un taxista que estudia por la UNED) porque lo mejor de La piel que habito fueron, con diferencia, las palomitas. En su punto, con la sal justa, ninguna rancia y todavía calentitas. No me dejaron la boca como un zapato ni me empacharon. Una grata y calórica experiencia.

La peli fue calórica, pero no grata. Va, empiezo ya, que no me va a quedar sitio para comentarla.

Como le ocurre a algunas supuestas obras maestras del cine, La piel de habito falla porque descansa sobre una premisa absolutamente falsa y, además, increíble: al estar ambientada en Toledo, Almodóvar pretende hacernos creer que en esa provincia pasan cosas dignas de integrarse en un relato, cuando todo el mundo sabe que allí no ha sucedido nada interesante desde que el Greco reveló a una lechera de la plaza del Zocodóver su receta de yogur griego y la lechera le dijo que si quería requesón. Bueno, quizá cuente como anécdota lo del Alcázar en 1936 y tal, pero desde entonces, nada de nada. En Toledo no hay misterios, sólo aburrimiento y arzobispos.

Pero bien, hagamos de tripas corazón y aceptemos Toledo como plausible escenario de cosas aterradoras, tal y como hizo la Inquisición en su día. Puedo aguantar que en una finca de esa provincia viva un doctor Malignus (aka Antonio Banderas, el famoso galán mexicano) que hace cosas de muy mal rollo, en plan Frankenstein, pero con Elena Anaya en lugar de un cabezón con tornillos. Puedo aceptar también que en Toledo vivan personas que han pasado por la universidad y han triunfado como eminencias en su campo hasta convertirse en doctores Malignus. Puedo aceptar que lo que hace Marisa Paredes tiene algo que ver con el oficio de la interpretación, aunque sea muy remotamente. Y puedo asumir, en fin, que cualquier excusa es buena para que Elena Anaya se despelote. Pero ahí me planto. A partir de aquí, Almodóvar me obliga a tragar con demasiado ridículo como para que me tome mínimamente en serio lo que me está contando.

Me jode coincidir con Boyero. De verdad que nada me hubiera gustado más que ejercer de outsider superalmodovariano y de no ser asimilado por esa masa enfurecida que tiene por costumbre arrear a Almodóvar por titiritero y por gay. Ojalá me hubiera gustado. O que, al menos, no me hubiera disgustado tanto. Pero Boyero acierta de lleno: en cuanto Almodóvar se sale de su registro cómico con fondo trágico (creo que aplicar el término tragicómico es un poco excesivo), patina y se cae de bruces. Es capaz de emocionar cuando aletea en esos mundos femeninos y populares que tan bien conoce. Pienso sobre todo en Volver. Pero cuando nos quiere hacer pensar, cuando se empeña en ser artista y en ahondar en los oscuros recovecos de la mente humana, su cine da vergüenza. Quiere ser profundo y sutil y sólo consigue un puñado de planos preciosos. Quiere hacer arte, pero sólo consigue hacer decoración de interiores.

El planteamiento y la trama de La piel que habito, en manos de otro director, darían para una película aterradora, de las de quedarte lívido. Si esta historia la coge Haneke, yo esta noche tendría que dormir con la luz encendida, con una estantería contra la puerta y con mi AK-47 debajo de la almohada. Pero Almodóvar hace una especie de pastiche previsible, lento, aburrido y absolutamente plano. Hasta el siempre sobrio y eficaz Antonio Banderas está un punto pasado en su actuación. No me lo creo ni a él.

El principal problema de Almodóvar —y sigo sin hacer spoilers, me estoy portando bien— es que quiere explicarlo todo y dejar todos los hilos del relato bien ataditos. Que nada se escape, que no quede una sola trama sin sus antecedentes y sus consecuencias, aunque para ello haya que llenar la peli de flashbacks dentro de flashbacks y la estructura se retuerza de tal forma que sea casi obligatorio poner cartelitos para que el espectador siga la cronología del relato. Así, no sólo se complica innecesariamente la narración —si el director está tan obsesionado por explicarlo todo, la estructura debería ser lineal: marearnos para acabar por descubrir todos los pasteles es un poco estúpido—, sino que se desbaratan todas las sorpresas y giros de la trama. Los supuestos misterios que se desvelan se adivinan muchas secuencias antes de que llegue la presunta sorpresa, y no sólo por la estructura de la peli, sino porque Almodóvar parece empeñado en subrayarlo todo y en diseminar pistas e indicios que hasta un niño de Toledo pillaría a la primera.

El resorte narrativo que hace que el terror funcione es que no haya explicación para lo terrorífico. Cuanto menos sepamos sobre la cosa que nos aterra, más miedo nos dará. Cuando rodó Alien, Ridley Scott no hizo un flashback contando la desgraciada infancia del alien y los motivos que le llevaron a ser un compulsivo zampahumanos. Ni siquiera se ahonda mucho en cómo el bicho se adueña de la nave: entra, y punto. De hecho, Scott tuvo mucho empeño en que no viéramos del todo a la criatura. El escultor HR Giger diseñó un monstruo antropomorfo, pero en la peli sólo vemos planos cortados. Realmente, nunca sabemos qué forma tiene de verdad ni sus verdaderas dimensiones. Y eso es lo que nos acojona.

Una vez que comprendes lo que te aterra, es difícil que te dé miedo. Y Almodóvar nos explica todo, todo y todo. Es como si Haneke, en Funny Games, hubiera narrado la infancia de los niños psicóptatas hasta que entendiéramos por qué hacen lo que hacen. O como si en Caché hubiera descubierto quién graba esas cintas y cómo lo hace. Si esas pelis desasosiegan e inquietan es porque no terminamos de entender la naturaleza del mal, porque nos ataca sin darnos razones ni asideros de empatía. Estamos completamente desnudos e indefensos ante ese mal, y la única razón narrativa es que el autor se ha cuidado muy mucho de dar explicaciones. El mal se presenta y tú tienes que hacerle frente. No hay más.

Y, fuera del cine, les puedo asegurar que es tal y como Haneke lo imagina. Ante el horror no cabe nada más que resistirlo o dejarse arrastrar por él. El cabrón de Haneke sabe muy bien de lo que habla. Se lo dice alguien que ha experimentado terrores inabarcables.

Lo que me demuestra Almodóvar con esta peli es que no tiene ni puta idea de lo que es el miedo de verdad, que ni lo ha experimentado ni lo ha imaginado. Y es una lástima, porque creo que está muy dotado para ambientar brillantemente un relato desasosegante. La forma en la que su cámara acaricia los objetos y ese fetichismo que parece que quiere desbocarse hacia el lado verdaderamente sucio de las cosas podrían ser los mimbres de una buena historia de terror. De hecho, en La piel que habito hay algunas vetas que, inexplicablemente, no explora. Nos explica muchas cosas que no merecen explicación y, sin embargo, deja colgando hilos muy prometedores que tienen que ver con la parte más oscura y perversa de nosotros. Si pudiera hacer spoilers sería más concreto, pero como me he prometido ser bueno, tendréis que ver la peli para que sepáis a qué me refiero.

La piel que habito es una vaginoplastia. O, como diría Chus Lampreave, un puto coñazo.

19 Respuestas a LA VAGINOPLASTIA DE ALMODÓVAR

  1. Entonces, ¿qué? ¿Que no te ha gustado? Fale, pues me ahorro 5 euracos y otros cinco de mi señora diez. Que tal como está la economía no es moco de pavo.

  2. Una de las mejores críticas que he leído, y eso que
    he leído muchas.

  3. Hace tiempo que no voy a ver las películas de Almodóvar porque, con la aplastante promoción que hace, no es necesario ir al cine para hacerte una idea bastante aproximada de cada una. De “La piel que habito” me ha llamado la atención una foto en la que se ve a Elena Anaya en pelotas en una camilla, igual que Leonor Watling en “Hable con ella”. Las dos son personajes indefensos a los que un macho dominante les hace daño.

    Me llama la atención que en las películas de Almodóvar los hombres heterosexuales sean siempre o tontos o malos muy malos que hacen daño a las mujeres, a los gays y a los transexuales.

  4. Rondabandarra

    Ya metidos en hanekismos, ¿para cuándo la crítica de “La cinta blanca”? ;P
    Bienvueltos y un abrazo.

  5. He leído entera la entrada y me jode sobremanera que no hayas hecho el “spoilets” correspondiente, más que nada para satisfacer mi insana curiosidad.
    Hace tiempo que me aburre Almodóvar.
    Yo también he leído la crítica de Boyero, pero la tuya es mejor.
    Abrazo

  6. Beschlossen:Nein, ich sehe es. Wader hate eine bessere Überprüfung geschen. Ich mag Fett ist unerträglich. Uin ein anderes.

    http://www.tradukka.com

  7. Sergio, fantástica la crítica. No confío mucho en Almodóvar desde hace algunas pelis, y por lo que veo sigue en la línea. Por lo que sé de la trama, estoy de acuerdo contigo en que esta historia la coge un Haneke o hasta Bergman y otro gallo cantaría.

    Me alegra mucho que hayas retomado este blog.

    Te llamo este fin de semana

    Muchos besos

  8. Pingback: La piel que habito: puro cine | Aprendiz de guionista

  9. El problema creo que está en la pretensión, inducida por los críticos y el mismo Almodóvar, de convertirse en un director de películas de tesis. Una suerte de cine de ensayo, que trata de explorar un “concepto”, o una “idea” mu profunda y crucial para la escatología humana. Almodóvar es un maestro, como dices, de películas con una sinopsis terrible y a la vez con un desarrollo de la trama disparatado. En los 90 comienza a facturar melodramas y después de ganar el óscar, o ya un poco antes, se representa que debe ser Bergman… o Hanecke. La recepción ultramarina de Almodóvar resulta sonrojante. Tampoco me gusta nada la imagen de sondeador telúrico de nuestro folclore, de intérprete del sentido más profundo de la cultura ibérica. Simplemente presenta de forma grotesca, o como un sainete, un mundo que como punto de partida ya está bastante acartonado. Y tiene su gracia, pero vamos que Almodóvar no es el Jung hispano. Ni falta que hace, yo cuando oigo hablar a Almodóvar me parece un tipo ocurrente y divertido, pero no entiendo porque debe ser una especie de filósofo o intelectual oracular. Esto creo que ocurre con bastantes artistas. Entonces me acuerdo de los versos de Machado;
    “…Alfarero a tus cacharros
    Haz tu copa y no te importe
    sino puedes hacer barro”

  10. Pese a las ganas que te tengo y la alegría que me da comprobar que sigues, no quise leer tu crítica, la pasé de largo. Sabía que iría a verla y quería ir “virgen”. Craso error. Así ni me ahorro decepciones ni euricos. Para mí, lo mejor no fueron las palomitas sino las risas que nos produjeron algunos momentos. Increible pero cierto: fueron las únicas que se oyeron, oiga. Reverencial silencio por parte del resto de la concurrencia. No lo entiendo. Ésas en el momento y las que les siguieron con las cañas. Hoy ávida, me lanzo directa a tu entrada y me congratulo al leerla. Magistralmente expresada y muy lúcida tu opinión, como siempre.

  11. No he visto la peli, no puedo opinar, pero te dire que no puedes estar más equivocado: PANIZO. No maiz, es panizo.

  12. Daniel: jajajajaja. Panizo para los que sois aragoneses de cuna además de corazón. Yo, como ni lo soy ni creo que me vaya a ganar el pedigrí nunca por muchos años que viva aquí, seguiré hablando de maíz. También te diré que soy de los que se empapan y nunca se chipian, y jamás he cogido un capazo, aunque sí que me he enrollado como una persiana. Ah, y también barro, nunca escobo, y mis diminutivos casi siempre acaban en -ito, rara vez se me escapa un -ico. Soy ya demasiado mayor, y si no me he asimilado a ciertos niveles, no creo que lo haga nunca.

  13. Pues seré una tontita de pueblo y aunque me caeis superbién , a mí me encantó la película …..Me quedé a ver hasta los títulos de credito !!!!
    Besazos a todos

  14. Con el paso de los días, no sé si yo también me estaré atontando o qué pero…¡me sobrevienen imágenes de la película y el retrogusto que se me ha posado no está nada mal!. Grata sensación. Va salvando escollos y siento que, después de todo, no perdí ni dinero ni tiempo. ¿Hasta acabaré recomendándola?. ¡QUé voluble!

  15. Nada, nada, yo esperaré a que la echen en la Primera. Pero la veo fijo. Gracias a todos.

  16. Matías Uribe

    Ni la he visto ni la pienso ver. Almodóvar hace tiempo que me dejó de interesar, vamos desde que soporté Matador en cine, que vaya gilipollez, aunque acepto que La mala educación me gustó por el juego del tiempo. Mas no es esto lo esencial, sino tu escrito, Sergio, que no quiero calificarlo de crítica sino de obra maestra de escritura socarrona. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien leyendo un texto. Lo de menos era Almodóvar, lo demás, lo fantásticamente escrito que está. Magistral, Sergio, magistral. A más de uno nos da gana de dejar la pluma, y más de un crítico cinematográfico debiera ruborizarle. Un abrazo.

  17. Pingback: Para el Pilar ya no sale lo mejor | La voz de mi amo

  18. Almodovar estará llorando desconsoladamente. Adiós a su carrera después de una crítica desfavorable en un medio tan prestigioso.

  19. Manuel García

    Si entras en http://www.minutocero.es yo también he hecho una crónica de La piel. A mí me gustó, porque, aunque comparto tu análisis, la intención de Almodóvar es ser genuinamente casposo y artificioso, y no se cuántos más adjetivos valorativos acabados en -oso, -ada y -azo. Bueno, te invito a leerla. Soy Manuel García Pérez. Un abrazo.

Deja un comentario