VAMOS, HAZLO, DISPARA

Me prometí no escribir más de politiquerías, pero sólo haré una entrada más. Porque yo esto lo puedo dejar cuando quiera, no soy como esos editorialistas que sólo se empalman cuando el CIS saca un barómetro y babean ante una resolución de una junta de portavoces cualquiera. Yo soy consumidor ocasional y lúdico. No me controla, yo lo controlo.

O algo así.

Pero es que tengo la clarividencia analítica subida y no puedo guardarme esas palabras para mí. He de iluminar a las masas, he de desvelarles las imposturas, he de derribar este corrupto sistema que…

Sí, la pastilla, sí. Ya me la tomo. Pero puedo dejarlo cuando quiera, de verdad. Lejos de mí esa tentación tan hispana de explicarle a la gente lo que la gente acaba de ver con sus ojos (que es, más o menos, en lo que consiste el trabajo de analista político).

El caso es que ayer leí y escuché —como todo el mundo— a Gallardón decir una sarta de barbaridades sobre abortos, maternidades y mujeridades varias. Y, aunque las decía sin alterarse y sin mostrar ninguno de esos tics de la comunicación no verbal que delatan a alguien cuando está mintiendo, e incluso aunque las enunciaba con un aplomo más convincente que la mirada de depravado de Marlon Brando cuando se puso a untar mantequilla donde muchos otros querían untarla, no creo ser el único que está convencido de que Gallardón no está nada convencido.

Pero lo dijo. Lo importante era que dijera todas esas cosas y que asegurara sin torcer la nariz. Era un examen que superó con nota. Con matrícula, incluso.

A todo gángster le llega el momento de cargarse a alguien. Está muy bien pasearse por el barrio con el bulto de las pistolas marcado en la ropa. Está muy bien entrar en los bares con cara de chulo y está muy bien amedrentar al anciano dueño de la charcutería para que te regale sus mejores salamis para el Padrino. Pero, a la Familia, eso no le basta. Llega un día en el que hay que mostrar el compromiso y convencer al Padrino de que eres de fiar, de que puede considerarte uno de sus hijos.

Entonces, tu capitán te dice: adelante, cárgatelo. Una cosa es presumir de ser de la mafia, y otra muy distinta, ser de la mafia. Una cosa es dar un par de guantazos a unos camelletes o a unos trileros y otra muy distinta es mirar a la cara a ese camellete que ha querido jugársela a la Familia. Ese camellete al que has zurrado bien en el callejón y al que le has roto un par de huesos. Está bien romper huesos. Mola romper huesos y hacerlos crujir, pero no basta. Romper huesos los rompe cualquiera. Ahora, Vito, tienes que demostrar que estás con nosotros. Y te ponen una pistola en la mano y te dicen: venga, hazlo. Y tú miras al camellete, acojonado y con los huesos rotos, tirado en el suelo, sangrando por la nariz partida. Y tienes que apuntarle a la jeta y disparar, reventarle la cabeza a ese tío al que no conoces y que no te ha hecho nada. O un tío al que sí conoces, que fue contigo al cole, que jugaba al béisbol en la calle y te ayudaba a ganar los partidos. Venga, hazlo, joder, dispara, te dicen. Y no te lo piensas más: le miras a los ojos y ¡pum! A la mierda, ya está hecho.

Y puede que luego tengas que ayudar a deshacerte del cadáver. Si estás a la altura, tus jefes te invitarán a cenar y a unas putas y a unas rayas para celebrar que eres de los nuestros, chaval. Tienes huevos.

Gallardón estaba obligado a demostrar que tenía huevos. Está muy bien ser el niño bonito de Don Manuel. Eso está bien, pero Don Manuel tenía muchos niños bonitos. Está muy bien haber sido presidente de Madrid y luego alcalde, y ganar todas esas elecciones y ser tan aplicadito y tan corporativo. Pero, ¿sabes, Alberto?, le dicen, en esta Familia tenemos muchos niños aplicaditos y corporativos que ganan elecciones. El Jefe quiere algo más. ¿Quieres ser de los nuestros? ¿De los nuestros de verdad? Necesitamos una prueba.

Vamos, hazlo, Alberto: sal ahí y defiende el rollo ese antiabortista como el más carca de los carcas. Sé un legionario de Cristo, mójate. No me seas liberal ni buenrollero, deja de reírle las gracias al director de El País. Queremos saber hasta qué punto estás con nosotros. ¿No querías ser ministro? Esto es ser ministro. ¿Quieres ser presidente? ¿Lo quieres? Pues demuéstranos que tienes lo que hay que tener. Vamos, hazlo.

Y Alberto lo hizo. Sin despeinarse, sin poner cara de asco, sin soltar una lagrimita.

En realidad, esta estrategia está copiada del PSOE, un partido especialista en neutralizar a sus oposiciones por la vía de la cooptación forzosa.

¿Recuerdan el primer tripartito catalán? Iniciativa per Catalunya, la supuesta verdadera izquierda, ocupó la consejería de Interior. ¿Y por qué fue así? Porque el PSC dijo: vale, quieres entrar en el gobierno, pero no lo harás de una forma inocua. No te daremos un departamento blanco y de bien quedar, como el de Cultura. Te vas a pringar a fondo, vas a demostrar tu compromiso con la coalición poniéndote al mando de los maderos. Y cada vez que un mosso d’esquadra le parta la cara a un argelino y se grabe la paliza en las cámaras de la comisaría, tú, antiguo militante del PSUC; tú, intelectual marxista; tú, exquisito teórico de la alienación política; tú, lector de Eduardo Galeano me-la-agarras-con-la-mano, saldrás a dar la cara y a decir que la policía actuó correctamente y que tenemos una policía estupenda. Defenderás a tus chicos como si fueras un comisario con los sobacos sudados que aún tiene una foto de Franco en su despacho.

Venga, hazlo, comprométete con la causa.

Y con tanto compromiso, anulan a toda la oposición, la manchan con su misma mierda. Se hermanan en la basura y ya no pueden separar sus destinos.

El PP ha aprendido del PSOE a anular la heterogeneidad y a unificarlo todo por la vía del pragmatismo. ¿Quieres estar con nosotros? ¿Quieres ser de los nuestros? Pues demuéstralo.

Vamos, hazlo, dispara.

13 Respuestas a VAMOS, HAZLO, DISPARA

  1. Es cierto lo que dices, y más aún en el caso catalán, pero no encuentro ninguna explicación de porqué Gallardón lo hacía así. Sí, cuando a uno le dan un puesto o un reconocimiento se le suele someter a un clientelismo. En este caso, a defender lo que se quiere defender. Pero sigo sin comprender porqué Gallardón actuaba y no estaba ni siquiera mínimamente de acuerdo con su guión. ¿Porque se opone a la concepción generalizada en torno al aborto? ¿Porque no se quiere pensar que sí esté de acuerdo con eso? Ninguno de los dos son motivos que permitan conocer la realidad del asunto.

  2. Suscribo tu artículo. No recuerdo bien la frase que, creo, era de Fouché, pero venía a decir que la mejor manera de anular a un jacobino es hacerlo ministro. En política, la recompensa del poder es el mejor antídoto para la independencia intelectual y ese es el mecanismo que impide que en España haya un partido de centroderecha que enarbole banderas clásicas del liberalismo como, por poner un caso, el laicismo.

  3. Lo peor son la consecuencias en forma de Síndrome de Estocolmo que tiene esta cooptación forzosa. IU se ha convertido en un apéndice y al mismo tiempo en una piscifactoria de oportunistas para el PSOE (de López Garrido a Rosa Aguilar).
    Gallardón, contra toda percepción de videoclip de las que nos ha surtido El País estos años, pertenece a la línea conservadora clásica. Entiéndase este vericueto de nombres: Gallardón es a Esperanza Aguirre, lo que Zaralejos era a Jiménez Losantos. Lo veo como Cardiel; Gallardón es un catolicazo con todos los papeles en regla y no necesita mostrar credenciales ante nadie. Para mí lo más estrafalario está en el uso que hace de la jerga del equipo contrario (violencia estructural sobre las mujeres, etc…). Y no se trata de amilanamiento, al contrario, va sobrado. Si el contrario se permite usar tus términos y fraseología con tanta facilidad, es que tu discurso -sí, el progre- es endeble. Si el otro equipo se puede parodiarte, por muy estúpida que resulte la imitación, entonces tiene mucha más fuerza de lo que pensabas. La derecha, a día de hoy, se encuentra mucho mejor preparada para ir al choque dialéctico, posee la incorrección política y ha ganado la batalla de la pose subversiva, que no me parece ningúna anécdota. Esta intervención no me parece un mero exabrupto, sino un síntoma claro de la pujanza mediática y política del conservadurismo.

  4. Sin embargo, no deberíamos armar un folletín por una gilipollez de término que se ha inventado y que, además, es falso. Eso lo hacen mucho mejor los postmodernos, y mejor que ellos Nietzsche, y mucho mejor Gorgias en su época, y ahora tenemos una sociedad desvencijada en cuanto a conocimiento se refiere. Es decir, que aparezca un político y pretenda emular a los sofistas no debería encoraginar a nadie. Es como un imitador que berrea en un karaoke: sabiendo dónde estás, ¿por qué te sorprende que alguien cante, y además, lo haga tan mal?

    Gallardón estará o no de acuerdo con lo que le ha tocado decir, pero sigo sin comprender en qué nos basamos para pensar que no está de acuerdo con su guión. Las gilipolleces postmodernas son una constante en nuestros días que no deberíamos tomar en serio.

  5. A ver: es absolutamente irrelevante si Gallardón está o no de acuerdo con lo que ha dicho. No importa nada. Lo que importa es que su imagen política se ha construido en otra clave. Él ha proyectado una dimensión liberal en la que no se mojaba en cuestiones morales. Y, ahora, le han obligado a romper con su imagen y plegarse a la línea del partido. Han roto su estrategia y su línea política para plegarlo y someterlo a la estrategia del partido, anulando su voz. Es así. Incluso aunque suscriba cada palabra que dice. No es una cuestión de acuerdos o desacuerdos, sino de imágenes y adhesiones.

  6. Ah, y Carlos: absolutamente cierto: a los jacobinos se los anula dándoles un ministerio. Creo que tienen que pasar un par de generaciones para que sea posible un centroderecha libreral y laico.

  7. Paso por aquí, después de leer el reportaje de Ángel Corrochano. Falta mucho tiempo, sí, para que la derecha avance en este país.

  8. ¡Ave María Purísima! Lo que acabo de leer. No se si estoy mas escandalizada por la aprobación en su día de la ley del gobierno anterior o por todo lo que ha escrito mi “gurú” literario en éste panegírico que me antecede. Lo mismo de algunas de las colaboraciones mas bien de bata, que de chaqueta,
    Con perdón: ¿Se puede estar de acuerdo con lo expresado por el ínclito señor Gallardón? Y si no molesto, ¿Totalmente escandalizada con algunos argumentos tanto de la señorita Pajín en su momento, como de la contrincante dialectica ayer del ministro?
    Y si no es así ¿Puedo quedarme?

  9. Si te refieres a eso, tienes toda la razón. Nada que objetar.

  10. yendo al meollo de la cuestión, yo creo que un “derecho” no puede ni debe convertirse en una “obligacion”. además quien esté a favor, abortara sin remordimientos y quien no lo esté no se verá obligado por ninguna ley. Es muy simple.

    enhorabuena por tu libro y mis mejores deseos de exito.

    un abrazo

  11. Me temo que te va a tocar hablar de más veces de “politiquerías”. Es más: ojalá lo hagas con la brillantez y claridad con las que has escrito en esta ocasión (seguro). Salud

  12. Sí, de acuerdo en que esta es una manera de desactivar al Gallardón como figura del PP que no desagrada a los votantes de izquierda. Pero el señor Gallardón, en enero y aparentemente sin amenazas de por medio, ya enseñó la patita, lo que ocurre es que se pasó más por encima de aquello.
    ¿Recordáis lo de reformar el Código Penal para dar cabida a la prisión permanente revisable? Vale que no es tan aparatoso como lo de la violencia de género estructural, pero ahí queda,…

  13. Pingback: GANGSTA «

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