EL NIÑO GRANDE CON BARBA

Esto es un llamamiento desesperado.

Debido a nuestras circunstancias vitales y hospitalarias, ir al cine es una actividad absolutamente implanteable. Pero me muero por ver Balada triste de trompeta. Así que si hay en la sala un amigo con conocimientos avanzados de redes P2P o de Torrent o de lo que sea que pueda hacerse con una copia en buenas condiciones de la peli y me la pueda hacer llegar, le estaré eternamente agradecido. No le puedo pagar, porque eso sería delito y no quiero mosquear a Álex de la Iglesia, tiene que ser un gesto desinteresado.

Álex de la Iglesia es un grande, un tío enorme. No sólo por su masa corporal, sino por sus trazas de genio. Pero, además, para los españoles que ahora tenemos entre 30 y 40 años, Álex de la Iglesia es un icono generacional. Al menos, para los españoles que ahora tenemos entre 30 y 40 años y no hemos estudiado en una escuela de negocios, pero sí que hemos liado o intentado liar un par de porros en nuestra vida y hemos bebido cerveza del mismo vaso con nuestros amigos.

Como bien dice Boyero, Álex de la Iglesia está lejos de ser un director perfecto, está muy lejos de alcanzar la genialidad de un John Huston o un Billy Wilder, aunque creo que está por encima de un Tarantino, referente inevitable por afinidades de temas y registros.

Pero lo que le separa de Huston o Wilder no es el talento o la talla artística, sino la regularidad de la obra y su conclusión. Huston y Wilder fueron directores sorprendentemente regulares, que firmaron obras maestras a lo largo de toda su carrera, que nunca decayeron, que apenas tienen horas bajas o manchurrones en su trayectoria. Lo peor de estos directores supera lo mejor de muchos otros. Y, además, su obra siempre estuvo a la altura de sus ideas: conseguían plasmar en una peli lo que bullía en sus cabezas. Sus intenciones casi siempre encontraban la forma de concretarse en diálogos, personajes y planos.

A Álex de la Iglesia, en cambio, esto le ha sucedido pocas veces. Es un tío complejo, cuya cabeza funciona a muchas revoluciones y con muchas cosas que contar, pero le suele fallar la ejecución. Álex de la Iglesia suele defraudar porque siempre esperamos más de su cine. Hay una distorsión entre lo que quiere hacer y lo que finalmente hace, que siempre es más pobre que el planteamiento original.

Desde mi punto de vista, tiene un catálogo demasiado amplio de obras fallidas: Perdita Durango, 800 balas o Muertos de risa son buenas ideas mal rematadas; Crimen ferpecto, La habitación del niño, la serie Plutón B.R.B. Nero y, especialmente, la deleznable Los crímenes de Oxford son casi subproductos que a lo que más que aspiran es a una tibia corrección académica, y Acción mutante creo que ha quedado como un interesante ejercicio de estilo, un breve anticipo del universo De la Iglesia.

Demasiados peros para considerar grande a un director. Pero no hay que engañarse: todos estos reparos son minúsculos, diríase que insignificantes, al lado de sus dos obras maestras hasta la fecha: El día de la bestia y La comunidad. Con solo una de ellas se habría ganado un puesto de honor entre los dioses del cine, y si, como dicen, Balada triste de trompeta es su mejor peli y se suma a esas dos genialidades, Álex de la Iglesia será ya oficialmente uno de los titanes más gigantescos del cine español.

Qué digo del cine español. Ser gigante entre enanos no tiene mérito. Un titán del cine a secas.

Hay muchos directores correctitos, muchos artesanos decentes que pergeñan obras pasables e incluso dignas o con algún destello breve de genialidad, pero sólo los grandes son capaces de rodar una peli memorable. Y Álex de la Iglesia puede que ya lleve tres (dos seguras).

Me dirán algunos que la comparación con Huston o Wilder es una orinada fuera de tiesto. Desde luego, si fuera tan regular como ellos, si hubiera conseguido en 800 balas o en Perdita Durango lo que consiguió en El día de la bestia y en La comunidad, estaría a su altura sin complejos. Ya he dicho que lo que les distancia es la regularidad, no el genio. Y quizá un par de generaciones. Pero eso es poco. Los puntos en común son superiores: como Huston y Wilder, De la Iglesia transcribe, reescribe, utiliza y asimila el lenguaje de género para el gran público, y con ello lo supera y lo convierte en una herramienta para hablar de la condición humana. Como Huston y Wilder, asume una idea de cine antielitista, lúdica, artesana y hasta cierto punto utilitaria, y por eso su arte transmite mucha más verdad que el arte concebido por artistas pagados de sí mismos. Y, como Huston y Wilder, De la Iglesia transmite un romanticismo radical y cínico, desencantado y lleno de ternura a la vez, que es el componente fundamental de su obra y el resorte que le engancha a su público.

En otras palabras: la capacidad de ser satánico y de Carabanchel, que es la capacidad que define a nuestra generación.

Lo dicho, si hay un buen samaritano dispuesto a facilitarme una copia pirata, le estaré profundamente agradecido (estoy dispuesto a enviarle mediante giro postal a Álex de la Iglesia el importe equivalente a dos entradas de cine).

3 Respuestas a EL NIÑO GRANDE CON BARBA

  1. Y la entrada sobre la Ley Sindiox? Autocensura, miedito, represión?

  2. ¿Has conseguido verla?

    Yo fui el día del estreno porque suscribo gran parte de lo que dices y tenía muchas ganas de verla.

    La disfruté mucho, pero en mi opinión se vuelve a quedar a un paso de hacer una obra maestra. Una jodida pena porque visualmente es brutal y consigue crear momentos de cine de los que justifican una película. Lo que le falla es el guión, demasiadas licencias, además de que hay muchas ideas insuficientemente explotadas…

    De todas formas, espero que te guste y que disfrutes de su mala leche, que tiene un rato.

  3. La última es la vuelta del gran Alex.

    Voy a verla de nuevo el lunes. Creo que eso lo dice todo.

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