Archivo mensual: diciembre 2009

DOS MIL NUEVE

Se acaba 2009. Han pasado cosas nefastas en el mundo, y el turbio futuro parece un poco más ennegrecido. Quizá acabemos todos en la indigencia (bueno, todos, menos Díaz Ferrán). Quizá acabemos a medio plazo repartidos en bandas por los Monegros, luchando entre nosotros como en la película Mad Max por la poca gasolina que quede en el planeta, entre las ruinas a medio hacer de Gran Scala, donde una esfinge con la cara de José Ángel Biel aguantará a duras penas la erosión del cierzo. No descarto ninguna desgracia en el porvenir porque soy cenizo de mi natural y estoy convencido de que cualquier situación puede empeorar siempre. Y precisamente por eso creo que sé valorar las cosas buenas cuando suceden.

El año 2009 va a quedar subrayado y en negritas en mi memoria personal. Ha sido un año intenso, y si tuviera tierras o rentas, en 2010 me retiraría a descansar a un pueblo de Surinam o a una casa colonial con patio en San Cristóbal de las Casas, a escribir cuentos melancólicos en los que llueva mucho y donde los personajes se miren de reojo. Pero como ni tengo tierras ni rentas, seguiré currando a lo bestia -si tienen a bien seguir pagándome por lo que hago- y afrontando un año que por fuerza ha de ser de transición. Lo de 2009 no puede mejorarse fácilmente y yo no avisto mejoras en lontananza.

En 2009 me he plantado en la treintena. Ya puedo decir oficialmente que no soy un chaval. Hay hasta quien me trata de usted y me confunde con un señor, pero tampoco conviene exagerar. Nunca le he dado importancia a cumplir años, pero esta vez no he podido evitar ponerme un poquito trascendente y malencónico, que dirían los amantes corteses. Empiezo a recordar con nitidez absoluta cosas que ocurrieron hace veinte años, y eso, quieras que no, da pavor. Ves las imágenes del Muro de Berlín siendo destrozado por esa gente con gafas de montura de plástico, hombreras y melenas cardadas y piensas: dios mío, mi madre era como esa gente, me acuerdo perfectamente de toda la familia mirando alelada el telediario, y hasta yo tuve un trocito de muro que regalaban con no sé qué revista que yo mismo me compré.

En fin, tontadas.

En 2009 han salido mis dos primeros libros. Aunque llevo publicando bastantes años -quizá demasiados para alguien de mi edad: mis pinitos amateurs fueron a los 17, y mis pinitos profesionales, a los 21; no creo que sea sano, debería haberme guardado algo para mí y ahora no tendría tantos textos en las hemerotecas de los que avergonzarme, pero lo hecho, hecho está-, ver por fin mi nombre en la portada de un libro encuadernado y solapeado ha sido muy importante para mí. No sé muy bien describir la emoción que siento -o no quiero, porque me da pudor-, pero es muy distinta a como la imaginaba en mi letraherida adolescencia. Quizá porque ha llegado un poco tarde y he tenido tiempo de endurecerme y de volverme un poco cínico. Quizá a los 20 o a los 25, la emoción de publicar un libro se hubiera parecido más a la idea platónica de la emoción de publicar un libro que mi demiurgo sentimental había macerado en aquellas noches púberes en las que descubría con rabia y con envidia los cuentos de Cortázar (dolorosamente consciente de que jamás escribiría nada que le llegase a la sombra de la uña del dedo gordo, qué argentino tan hijo de puta). Pero a los 30 el panorama ha cambiado y ahora sé que incluso Cortázar tiene truco, aunque a veces sea imposible pillarlo.

No sé si me explico.

Aquí estoy, este verano, firmando ejemplares de 'Malas influencias' con mi boli de propaganda de una funeraria. (El perpetrador de la foto es Mario de los Santos, y la que se esconde detrás de mí es Cris).

En cualquier caso, tengo relativamente presente que estos dos libros me han abierto nuevos caminos y que son la primera fase de una ¿carrera? Si lo son, no sé por quién corro ni hacia dónde, pero espero averiguarlo mientras echo a andar. Mi panorama ha cambiado sustancialmente.

Pero la principal fuente de alegría de este 2009 no es un libro, sino Pablo, mi hijo Pablo.

Estamos los dos solos en casa, y en lo que llevo escrito me ha interrumpido tres veces. Me reclama, no soporta que emprenda ninguna actividad que no consista en hacerle caso y contemplarle en exclusiva. Se acaba de quedar dormido en mis brazos y ahora tecleo bajito para no despertarle.

Sé que casi todo el mundo tiene hijos, que son más las personas que acaban teniéndolos que las que no, que es un hecho de lo más natural y un proceso de lo más previsible y plano. Por eso los juntaletras tenemos bastante pudor -o yo tengo bastante pudor- a la hora de escribir sobre él. Porque pensamos que, en el fondo, nos van a tomar por gilipollas al literaturizar unos sentimientos tan comunes y tan poco interesantes para quien no tiene hijos, y tan poco exclusivos para quienes sí los tienen. Suponemos, probablemente no sin razón, que nos van a tomar por tíos engreídos que creen que su paternidad vale más que la de los demás.

O peor: nos contenemos porque lo que escribimos como padres nos suena tan ñoño, hortera y vacuo como una felicitación navideña en la que pones una foto de tu churumbel con un gorrito de Papá Noel.

Por eso no damos la barrila con nuestros cachorros. Nos atamos en corto, por más que deseemos soltar a lo grande el torrente de palabras y de emociones que se nos amontonan en la punta de los dedos cada vez que tocamos, besamos, olemos y miramos a nuestros hijos. Por suerte para el mundo, sentimos pudor y nos guardamos esos sentimientos -por eso, y porque en estos estadios de amor paterno no hay conflicto, y sin conflicto, no hay literatura, eso es una norma básica. Si acaso, hay poesía, pero todo el mundo detesta a los poetas, ¿no?-.

Sin embargo, si algo enseña la literatura es que las emociones y sentimientos no son exclusivas ni excluyentes. Nos enseña que no siente más ni mejor el noble que el vasallo (“¿Acaso si me pincháis, no sangro?”, que decía el judío de El mercader de Venecia) y si algo hemos aprendido de ella es que nada es más universal que la experiencia individual. Nos reconocemos en las historias y en los personajes, y así reconocemos y atisbamos destellos de nuestra condición humana.

Por eso hoy no siento pudor al hablar del amor que siento por Pablo. Es cierto que no hemos hecho más que empezar el camino, que nos queda toda una vida difícil y llena de asperezas, y sé también que nuestra relación actual es profundamente asimétrica: él me da muchísimo más de lo que yo le puedo dar a él. Mientras que de mí sólo recibe abrigo y atención a sus necesidades básicas, yo obtengo de él una amalgama inabarcable de emociones que me transforman en lo más profundo. Ya no soy la misma persona que era antes de Pablo. Ya no vivo como vivía antes de Pablo. Y no sólo porque mis hábitos han cambiado sustancialmente: me refiero a la vida en sí misma. Ya no la miro ni la siento ni la huelo igual. Y me gusta cómo la veo, cómo la siento y cómo la huelo ahora.

Después de tenerle en brazos, no puedo concebir que haya padres que repudien a sus hijos, o padres que detesten a sus hijos hasta el punto de no querer verlos. No puedo concebirlo, y espero no tener que concebirlo nunca, por muy cuesta arriba que se ponga todo. No entiendo cómo alguien que ha sentido lo que estoy sintiendo yo ahora mismo puede un buen día dar un portazo y no mirar atrás. Entiendo que un hijo renuncie a un padre. Entiendo que un hijo se sienta decepcionado con el padre que le ha tocado. Lo contrario se me antoja de todo punto inconcebible.

En fin, quería escribir una cosa breve y me ha salido un chorreo larguísimo, como siempre. Si habéis llegado hasta aquí, gracias por la lectura. Por esta y por todas las anteriores. Muchas gracias por acompañarme y espero que nos sigamos haciendo compañía en este 2010 que, aunque en mi caso no va a ser tan bueno como 2009, seguro que es cojonudo. Nos lo trabajaremos para que así sea.

Feliz año, amiguetes.

TALLER DE RELATO BREVE

Bueno, parece que ya está anunciado en la web de la Escuela de Escritores, así que lo cuelgo aquí también. Empezamos en enero un taller de relato breve. En principio, arrancamos el día 9, pero como se ha anunciado todo bastante tarde, no descarto demoras ni que se pueda incorporar más gente una vez empezado el asunto. Os dejo el programa del taller que voy a impartir los sábados, aunque os adelanto que, en lo que a mí respecta, el método va a ser eminentemente práctico y los contenidos “teóricos” de este guión se verán sobre los textos que se escriban en las sesiones y en piezas de grandes maestros que desmenuzaremos y que servirán de soporte y ejemplo.

Se trata de escribir mucho y de  comentar mucho en grupo sobre lo escrito, profundizando en las técnicas del relato breve. No es un recetario de trucos, sino una forma de encontrar nuestro estilo y mejorar sobre el papel esas historias que suenan geniales en la cabeza pero que no consiguen plasmarse en una pieza literaria sólida. Os remito a esta web para más información.

(Lo siguiente es el tríptico de la propia escuela)

Este curso está orientado al aprendizaje de las técnicas narrativas mediante la práctica del relato breve. A través de la escritura, del estudio de los recursos y del análisis de los textos (los tuyos y los de otros autores), irás descubriendo tu propio estilo y tus preferencias como escritor.
Taller semestral de relato breve

Dirección y contacto
Los cursos se impartirán en la Escuela de Escritores de Zaragoza, situada en San Vicente de Paul 1, Principal D. Para más información puedes llamar al teléfono .

Características
Duración: Seis meses, una sesión por semana.
Inicio de los cursos: Sábado, 9 de enero.
Horarios: Los sábados, de 11.00 a 13.00.
Matrícula: Se abre un grupo en enero. Las plazas se adjudican por orden de reserva.

Programa del curso: Relato breve semestral
Primer trimestre

1 – Ejercicios de desbloqueo
2 – El narrador y los puntos de vista
3 – La estructura básica del relato
4 – Personajes de cuento y personajes de novela
5 – La temperatura del relato
6 – El final como principio
7 – El conflicto
8 – Los buenos comienzos y la tensión narrativa
9 – Los desenlaces: funciones y tipos
10 – Visibilidad: el sueño plástico de la ficción
11 – El paisaje, el espacio
12 – El tiempo y el ritmo del relato
Segundo trimestre

13 – El diálogo: naturalidad, eficacia, acotaciones
14 – Narrar la realidad
15 – La composición del discurso narrativo
16 – Sobre narradores
17 – El monólogo interior
18 – Barthes y la estructura del relato
19 – Construir una escena
20 – El final abierto
21 – Entre la novedad y la tradición
22 – Las tramas secundarias
23 – Contar y sugerir
24 – La metáfora de situación

JOAN MONLEON: A GUANYAR DINERS!

Me entero de que ha muerto Joan Monleon. Si no has vivido en Valencia a finales de los 80 y comienzos de los 90, lo más sano y natural es que no tengas ni idea de quién fue Joan Monleon. Pero a los que éramos púberes entonces y nos bronceábamos las pantorrillas en la orilla del Mediterráneo nos viene a la cabeza su grito de guerra:

“Ha guanyat cinc mil pessetes!”

Joan Monleon fue la superstar de los primeros tiempos de Canal 9, la tele autonómica valenciana. Presentaba un programa casposo, chabacano, amojamado, embrutecedor y absolutamente lamentable que causaba sensación entre las doñas Amparo y los Vicentets de aquella Valencia premoderna, prepepera y precalatravesca en la que áun podían verse jirones de novelas de Blasco Ibáñez en los patios de vecinos. Era -y lo digo sin acritud ni ironía, lo prometo- un fabuloso, maravilloso e insuperable esperpento ibérico, un laboratorio de costumbrismo cañí a lo bestia.

El programa se llamaba, como no podía ser de otra forma, El show de Joan Monleon, y en cada entrega participaban los bonachones habitantes de un pueblo levantino que, si respondían con gracia y salero a las picantonas preguntas e insinuaciones de Monleon, se llevaban un pequeño premio que solía ser de 5.000 pesetas. Cuando la doña Amparo de turno acertaba la respuesta, Monleon se sacaba del bolsillo de la americana rosa un billete de esa cantidad y, refrotándoselo por la cara a la mujer, gritaba su legendario: “Ha guanyat cinc mil pessetes!”. Y doña Amparo se meaba en las bragas del gusto, entre las risotadas de sus convecinos en la grada.

También había una ruleta de premios que era, lógicamente, una paella gigante, y en torno a la oronda figura de Monleon desfilaban las monleonetes, precursoras de las Mamma Ciccio de Berlusconi.

En el patio del colegio, los chavales jugábamos al show de Joan Monleon y nos gritábamos “ha guanyat cinc mil pessetes!”, mientras nos intercambiábamos cartones en vez de billetes. El tipo causaba verdadero furor. No se me ocurre un personaje tan localista y tan rematadamente popular al mismo tiempo en otro lugar de España.

Por supuesto, cuando se rodaba una peli en el País Valenciano, alguien se las arreglaba para colocarle un papelito a Monleon. Apareció en Moros y cristianos, de Berlanga, quizá su mayor incursión en el cine de calidad, pero su carrera como actor se movió siempre en las series que van después de la B. Su cumbre es, a mi entender, El virgo de Visanteta, una astracanada de Vicente Escrivá con Pepe Sancho y Antonio Ferrandis (en el papel del Tío Collons) que forma parte de un subgénero dramático muy valenciano, muy nudista y muy guarro que, desgraciadamente, desapareció al generalizarse la alfabetización de la población. Una lástima.

Joan Monleon, con sus aires de mariquita gorda, sus aspavientos, sus chistes verdes de vedette vieja del Paralelo y su capacidad para enamorar a las amas de casa, tenía todos los boletos para convertirse en el showman ibérico por excelencia. Y eso, en una televisión dominada por presentadores alla maniera de Constantino Romero: viriles, baritónicos, formales y con pinta de querer mucho a sus suegras -es decir, en una época en la que los presentadores reflejaban la imagen que los espectadores creían tener de si mismos, en versión endomingada y formal-. Que un extravagante gritón y populachero, cuyo lugar natural era el club de variedades o la verbena del pueblo, saliera en prime time era todo un acontecimiento.

Joan Monleon, la máxima expresión del espectáculo ibérico o mediterráneo, porque si Fellini le hubiera conocido no le habría dejado escapar. Me resulta inexplicable que, con los atributos naturales de Joan Monleon, Bigas Luna no lo convirtiera en su fetiche. Ha muerto como personaje de culto, de popularidad eminentemente local, pero estoy convencido de que los jóvenes modernos de peinados raros no tardarán en rescatarle. Al tiempo.

Descansa en pau, Monleon. Les monleonetes faràn una darrera coreografia amb botijos per la teua memòria.

UN REGALO DE PAPÁ NOEL

Creo que el prestigioso crítico y escritor Hilario J. Rodríguez no se parece nada a Papá Noel (en realidad no lo sé, porque no nos conocemos personalmente), pero esta semana me ha dejado un regalo como si fuera el gordo Santa. No lo ha echado por la chimenea, sino que lo ha diseminado por los kioscos. Este sábado, el suplemento Artes y Letras Aragón de ABC le dedica la portada y dos paginones a glosar mi librico Soldados en el jardín de la paz. Ya he puesto una cerveza bávara de trigo a enfriar para celebrar esta desmesura al estilo germano.

Insisto en que no conozco a Hilario -aunque creo que eventualmente hemos compartido editor- ni me debe dinero, ni favores, ni nos hemos acostado juntos ni nada de eso. Lo digo porque, descartando estas circunstancias, este párrafo resulta incomprensible (en un panorama juntaletrero en el que se tiende a hablar sólo de los amigos y de los amigos de los amigos):

Su lectura [la del libro aludido, claro] resulta a veces melancólica, otras muy enérgica, contradictoria. Entre las frases puede escucharse una música que confunde a W. G. Sebald con los historiadores grecolatinos, un ritmo que oscila entre la audacia de los periodistas y la inventiva de los fabuladores.

Cosas así las había escuchado hasta ahora de boca de mi chica o, a lo sumo, de mi madre, pero no de alguien que no ha tenido sexo conmigo o que no me ha parido con agudos dolores. Así que estoy ruborizado, Hilario. Esas cosas sólo se pueden decir en la intimidad del lecho, no ante miles de lectores decentes y empachados de los banquetes navideños.

Sebald e historiadores grecolatinos, nada menos. Me conformaba con Corín Tellado y el Chuck Norris de la teletienda como referencias intelectuales. No pico tan alto, pero gracias de cualquier modo.

Y ya paso de autopelotearme y de tocarme en público, que vienen invitados a comer y me toca cocinar, como siempre (me lavaré las manos antes, no sufráis por ellos).

TARJETAS DE NAVIDAD

No soy yo de felicitar las navidades, la verdad. El año nuevo sí, pero por navidad no mando tarjetas ni mails ni nada. Y eso me crea cierto cargo de conciencia, porque recibo bastantes felicitaciones. Casi todas, en formato electrónico, y las que siguen llegando en papel son tarjetitas estándar con una frasecita de serie.

Hace algún tiempo leí una novela en la que uno de los personajes trabajaba como redactor de Halmark. Intento acordarme del título y no lo consigo. A lo mejor lo he soñado. Halmark es un emporio americano de tarjetas de felicitación. Las tienen para todas las ocasiones, incluida esta, sacada de la serie Padre de familia:

-¿Tienes una tarjeta para disculparme por contagiar una venérea?

-Sí, aquí tienes esta que dice: “Perdón por contagiarte una enfermedad venérea sin querer”.

-¿Sólo tienes de las de “sin querer”? Bueno, me la llevaré igualmente.

No me importaría trabajar un tiempo de redactor de tarjetas de Halmark. Pero me tendrían que atar en corto o me echarían al segundo día. Sería como un campamento militar literario, me vendría muy bien para templar el carácter.

En navidades, todos los americanos felicitan con tarjetas Halmark.

Permitidme que, de entre todos los buenos deseos y las frases de felicidad, amor y prosperidad que inundan estos días mi buzón de correo electrónico y mi mesa de la redacción, me quede con dos muestras especialmente chulas. No las exhibo porque, como toda correspondencia, entiendo que es privada, y yo soy muy escrupuloso con esas cosas.

En formato digital, el premio se lo lleva el amigo Rondabandarra por dos páginas de cómic marveliano que se ha currado. En ellas, su chica y él aparecen como superhéroes al rescate de la navidad. Muy majo, la verdad.

En formato papel, casi me veo en la obligación de enmarcar la que me ha enviado Paco Goyanes, de la librería Cálamo. Es una litografía, en cortísima edición numerada y firmada por el autor, del artista argentino Diego Bianchi. Un lujazo, y yo con estos pelos. Por un momento, me he sentido un señor importante y todo, de los de chistera y bastón.

Hoy me he acordado de que Georges Perec solía mandar ediciones cortas de libros suyos como regalo navideño para sus amigos. En el mercado del libro de viejo son piezas que se cotizan muy alto, porque cada ejemplar era único, ya que iba numerado y dedicado al amigo en cuestión. El argentino Juan Filloy, que en algunos aspectos parece la versión barroca y gaucha de Perec, también hizo eso de vez en cuando. Para Filloy, esa fue casi siempre la única manera de difundir su obra, que sólo empezó a ser publicada con normalidad por editoriales después de su muerte.

Como estos días ando leyendo cositas de judíos -llevo un tiempo atraído por su cultura, y trato de aprender algo de ella- he estado tentado de desearos feliz Jánuca. Pero la fiesta de las candelarias, que casi coincide con las navidades, ya ha pasado. Y además, qué cojones, que sigo siendo ateo por mucha ilusión que me haga que me monten un bar mitzvá (apostilla: creo que mi interés por la cultura judía empezó una noche en el metro de Madrid, cuando escuché la frase “si dios bajar Tierra, matar todos judíos”, tal y como conté hace mucho tiempo aquí. Pensé: un pueblo capaz de despertar tanto odio durante tantos siglos ha de ser interesante por fuerza).

Así que, este año, el mister Srcooge que habita en mi páncreas se va ablandar un poco y va a permitir que os desee a todos felices fiestas.

Pasadlo bien y no os atragantéis con los polvorones. Muchos besos.

MÉTETE CON LOS DE TU TAMAÑO

El Follonero se ha ido a Marruecos en el último programa de Salvados y se ha entrevistado con el que llaman el Buenafuente marroquí, Said Naciri, un humorista que desconozco absolutamente, pero que debe de ser muy popular y querido entre el público de Marruecos. Siento no tener el link de You Tube, pero acaban de emitirlo y ni los frikis de internet son tan rápidos.

El Follonero le tiende una celada a Naciri en toda regla. Arranca la entrevista hablando del humor marroquí, de qué se ríen los marroquíes, que si el Madrid y el Barça, que si patatín, que si patatán… Y cuando Naciri está relajado y soltando unas cuantas ocurrencias simpáticas, el Follonero le empieza a preguntar por la monarquía y por la censura a la prensa en Marruecos.

Said Naciri

Naciri se pone nervioso, pero responde con educación lanzando balones fuera. Como el Follonero insiste -ve que tiene a su presa acorralada-, se pone muy nervioso y pide que le dejen de hacer esas preguntas y aclara que a él le habían dicho que la entrevista era para hablar de cuestiones culturales y artísticas, que de política no iba a decir ni mu. El Follonero se disculpa y, acto seguido, le pregunta por Aminatu Haidar. Naciri palidece, se pueden escuchar sus intestinos contrayéndose en el momento previo a la defecación. Está a punto de levantarse e irse.

Yo he asistido a esta sesión de matonismo con forma de entrevista con tristeza. Por mi profesión (y por la forma anticuada y creo que educada que tengo de ejercerla), llevo demasiado tiempo sufriendo en silencio a los gallitos que, armados con una alcachofa y una cámara, ejercen de enfants terribles a costa de personas indefensas que pasaban por allí.

Desde mi punto de vista, la actuación del Follonero no es una provocación ácida, sino una muestra de pura y simple grosería marrullera. ¿Qué tiene de divertido poner en un compromiso a un humorista marroquí? ¿Acaso no sabe el Follonero lo que les pasa en Marruecos a los que critican al rey u opinan sobre la cuestión del Sáhara? ¿Qué coño pretende demostrar Jordi Évole? ¿Que Said Naciri es un cobarde porque le acojona la idea de que la policía le rompa las costillas y la cara cuando se emitan las imágenes? ¿Évole actuaría de otra forma si estuviera en el lugar de Naciri?

Naciri, en una viñeta que no entiendo. ¿Alguien la puede traducir?

El sólo hecho de poner en ese brete a una persona que ha accedido a concederte una entrevista (y que es un artista, no un político ni un personaje al que haya que poner contra las cuerdas) es terriblemente maleducado, pero la grosería se multiplica por cuatro cuando, en contra de la petición expresa del entrevistado, que pide un off the record sin ambigüedades, se emiten las partes en las que el hombre se excusa y pide por favor que no sigan las preguntas por ese terreno.

Un par de secuencias antes, el Follonero camina por las calles de Tánger con Jorge Vestringe. En una plaza, un policía les para, les pregunta de qué medio son y les reclama que les enseñen el permiso para grabar en la calle. Al Follonero se le pasan las ganas de bromear y un redactor le da el papelito que pide sin rechistar. El madero lo examina con cara de perro, con profesionalidad de madero marroquí. Jordi Évole sólo se atreve a hacer un chiste cuando el policía se ha alejado bastante y no puede escucharle.

Sin embargo, del señor Said Naciri sí que se chotea en la cara. Por lo visto, el Follonero sólo follonea con la gente que no va vestida de uniforme.

Si Jordi Évole quería follonear en Marruecos, lo mínimo que habría que exigirle es que se colocara él mismo a tiro y que no utilizara a ciudadanos  indefensos como escudos humanos. Las preguntas que le hizo a Nadiri se las podría haber planteado al policía que le paró en la calle, o al ministro del Interior, o a Mohamed VI. Como se decía en el patio del colegio: métete con los de tu tamaño, colega.

El resto del programa me ha parecido chabacano, vulgar y paleto (“da bastante yuyu esto, ¿no?”, dijo cuando el muecín de una mezquita cercana llamó a la oración, un comentario que ilustra los vastísimos conocimientos que Évole y los guionistas de Salvados tienen del mundo musulmán), especialmente porque toda la gente con la que se encontraba era sumamente amable y atenta -la proverbial hospitalidad marroquí-, y él los trataba con condescendencia y desdén eurocéntricos.

Pero con la chabacanería, la vulgaridad y el paletismo estoy acostumbrado a convivir. Lo que no aguanto de ninguna manera es que pase por provocación supercool y megaatrevida lo que no es más que una muestra de prepotencia y de mala educación. Una grosería que, además, puede traer consecuencias muy desagradables para su víctima.

El espíritu de aquel viejo y magistral Caiga quien caiga ha caído muy bajo, y me jode que algunos maleducados profesionales se proclamen herederos de un modelo que sí tenía muy claro a quién había que ridiculizar. Y me extraña que estas cosas pasen además en un producto de la factoría El Terrat, que hace bandera del buenrollismo y del humor blanco. El Buenafuente español le ha hecho una buena putada al Buenafuente marroquí. Con amigos como ese al otro lado del estrecho, no se necesitan patrulleras de la Guardia Civil en Tarifa.

BARRICADAS

Soy un tiparraco indeciso y voluble que cada día tiene menos certezas y se encoge más de hombros. No creo que sea un síntoma de pusilanimidad -aunque quién sabe-, sino que tiendo a pensar que todo es más complicado de lo que parece y que siempre hay un matiz que no se tiene en cuenta.

Muchas veces me divierto llevando la contraria. A algunos amigos les revienta esa costumbre, porque me dedico a defender una postura en la que no creo sólo para contradecir, por el gusto de buscar las cosquillas. Sólo lo hago cuando me plantean argumentos monolíticos que parecen no tener vuelta de hoja. Y en esta vida hay muy pocos absolutos, prácticamente no hay nada incontestable. De eso estoy convencido.

En los tan denostados Estados Unidos se valora mucho que los chicos salgan de las high schools con unas nociones de retórica. Los famosos clubs de debate enseñan a los chavales a ponerse en la piel de alguien que no piensa como ellos, les obligan a mirar las cuestiones desde otro punto de vista. Quizá -y sólo quizá-, prácticas como estas sean las responsables de que, pese a que el debate político en Estados Unidos muchas veces es terriblemente agresivo y ruin, (mucho más que en España: las cosas que se leen y se oyen en muchos medios norteamericanos no las diría Jiménez Losantos ni después de meterse cuatro anfetaminas y una botella de JB), no tengan una guerra civil desde mediados del siglo XIX.

Esta semana ha habido dos cuestiones políticas que han puesto a prueba la paciencia de la gente pachorra y biencarada (grupo humano en el que creo encuadrarme). Una ha sido de ámbito nacional, y la otra, autonómico: la aprobación de la reforma de la Ley del Aborto y la aprobación de la Ley de Lenguas en Aragón.

Lo cierto es que, pensado en frío, que es como mejor se piensa -o la única manera posible de pensar-, no tengo una postura definida en ninguno de los dos casos. Me parecen cuestiones complicadas -la del aborto más que la de la ley de lenguas- en las que hay demasiados puntos a tener en cuenta. En el aborto, quiérase o no, y al margen de religiones y fanatismos, aletea una cuestión ética (e incluso filosófica) insoslayable, que no se puede suprimir por decreto. Establecer límites y plazos en algo que afecta a uno de los bastiones irreductibles del pensamiento y la conciencia humanas es terriblemente peliagudo. Es un campo conceptual minado que obliga a caminar de puntillas.

En el caso de la Ley de Lenguas (la norma que reconoce, casi treinta años después de que empezara a plantearse, que en Aragón se hablan otras dos lenguas además del castellano: el aragonés en el norte y el catalán en el este) tampoco tengo claras las cosas. Es evidente que hay que legislar el asunto, lo que no sé muy bien es de qué manera, quién es competente y hasta dónde debe llegar la ley.

¿Qué sucede con esas dos leyes? Pues que como ambas han tenido una contestación tan fanática, desproporcionada, agresiva e insultante, me han obligado -a mí y a otros muchos pusilánimes- a tomar partido sin medias tintas.

Porque si matizar y hacer un llamamiento a un debate sereno da alas y poder a ciertos colectivos con tufillo totalitario que van armados con una cruz o con cualquier otro símbolo sagrado con el que pretenden empalarnos a todos, renuncio al matiz. Me entran ganas de abortar yo mismo delante de ellos y de no emplear otro idioma que no sea el catalán (el aragonés no lo hablo, pero puedo aprenderlo con relativa rapidez si alguien me da unas clases a cambio de unas cervezas y un plato de migas).

Nos hemos tenido que oír tantas gilipolleces y tantos insultos a la inteligencia de los ciudadanos que pasaban por allí que no nos queda otra que pensar: “Si me buscan, me van a encontrar”.

Es cierto que mis consideraciones son de matiz y que, en líneas más que generales, creo necesaria una legislación del aborto en la que la mujer (sí, la mujer, no su pareja ni sus padres ni, mucho menos, el obispo de la diócesis) tenga una capacidad de decisión lo más plena posible, y que es de locos que los hablantes de esas dos lenguas que llevan hablándose en esas zonas de Aragón desde que desapareció el latín merecen que la Administración que sostienen con sus impuestos articule medidas para su enseñanza, preservación y difusión.

Yo no planteo enmiendas a la totalidad, no estoy en contra de ninguna de las dos leyes porque me parece que sólo se puede contraargumentar de plano a sus planteamientos -de mínimos y de puro sentido común- desde la mala leche y desde las ganas de joder a la gente. O desde el cerrilismo. Las tres posiciones son poderosas para contraargumentar, que conste, y siempre encontrarán palmeros y jaleadores. Sin tanto barullo histérico, quizá podríamos exponer esos matices y escucharnos unos a otros -y, especialmente, a la gente que se dedica a estudiar estos temas y tiene opiniones fundadas- para intentar hacer las cosas lo mejor posible. Como eso no parece posible, sólo queda el “trágala”, al que parece que los españoles tenemos mucha afición.

Tuve tiempos ha un profe de guitarra muy chuleta, fardón y un poco tontorrón que contaba siempre la misma anécdota: “Tuve una novia que me dijo: ‘Estoy harta, Romualdo (nombre más que falso). O la guitarra, o yo’. Y elegí la guitarra, por supuesto”.

Al margen de lo chusca y de lo pasada de rosca de la anécdota, contiene una gran enseñanza vital: la libertad y la convivencia no admiten ultimátums. Y la democracia tampoco admite el estás conmigo o contra mí. Como dice otro dicho popular: “O jugamos todos, o se rompe la baraja”. Eso sí que lo he tenido claro: quien me obligue a elegir, me tendrá siempre enfrente de él.

Porque si la alternativa es instituir una República Católica Hispana o un Aragón lingüísticamente puro (limpieza lingüística mediante, entiendo yo, pues es la única forma de conseguir una pureza que hoy no existe), tengo muy claro de qué lado de la barricada me voy a colocar.

¡ENHORABUENA, TITIRITEROS!

Los premios, que son algo que me suele dejar frío, de vez en cuando dan alegrías. De las buenas. Yo me he alegrado mucho cuando ha saltado la noticia de que Los Titiriteros de Binéfar han ganado el Premio Nacional de Teatro Infantil y Juvenil. De verdad, me he emocionado y me he llevado un alegrón.

Los Titiriteros y Paco Paricio se merecen todos los premios del mundo. Por millones de razones.

Por la pasión que le echan a su oficio y el talento que han demostrado siempre.

Por trabajar a pie de obra, sin dar lecciones, sin pontificar, con humildad artesana, sin ínfulas de gurús baratos.

Por tratar a los niños sin condescendencia, por jugar con ellos como iguales y divertirse con ellos tanto o más de lo que ellos se divierten con sus montajes, y por cuidar sus espectáculos tanto y tan bien.

Por llevar el nombre de su pueblo en la compañía, reivindicando siempre su condición y sus raíces, cultivándolas y renovándolas, bebiendo de un legado que se remonta a siglos atrás, y por demostrar que no hace falta estar en Nueva York para estar a la altura de lo que se hace en Nueva York.

Por despertar tantas pasiones en tantos niños y en algún que otro adulto.

Por El hombre cigüeña, por Dragoncio y por La fábula de la raposa.

Y porque son una gente estupenda, rara y preciosa. Porque hay que mimar mucho a aquellos que se dedican a hacer felices a los demás.

Espero que este premio, y los otros muchos que les tienen que conceder aún, sirvan para darles empuje unos cuantos años más, para que Paco Paricio retrase todo lo que pueda su jubilación y mi hijo Pablo pueda disfrutar así del Hombre Cigüeña y de Dragoncio. ¡Aguantad muchos años, por favor, que los recién paridos os necesitaremos dentro de poco!

Enhorabuena de corazón. Y que dure.

FRANKA POTENTE

Con ese nombre, Franka Potente, el orientador profesional que fue a visitarla en el insti, fue claro y directo. Con el test psicotécnico en la mano, le dijo:

-Tienes un futuro prometedor en la industria pornográfica.

Sí, podría haber seguido los pasos de otras porn stars latinas, como Elsa Pataki o Paz Vega, pero ella decidió que lo suyo era el cine de vanguardia. Una alemana moderna no puede pensar otra cosa. Además, le habían dicho que tenía el culo demasiado gordo para los estándares californianos del porno que se llevaba entonces.

Yo la descubrí, imagino que como todo el mundo, viendo cine moderno alemán. Ya estaba iniciado en su lenguaje: después de tragarme dos temporadas de Rex, un policía diferente (que, en rigor, además de diferente, es austríaco) y casi un capítulo entero de Alerta Cobra, una serie con trepidantes persecuciones en las autopistas (Autobahns) de Baviera, estaba listo para pasar al siguiente nivel y adentrarme en los lisérgicos y postindustriales parajes del arte fílmico alemán.

Me dispuse a ver Run, Lola, Run. Iba espoleado por las elogiosas críticas que había leído sobre ella. A saber:

Una película imprescindible, que en cualquier momento de su vida, todo el mundo debería ver.

La película funciona con la misma intensidad tanto a nivel de imágenes y música como de ideas. Amor, tiempo, providencia, destino, libertad… son conceptos que Tykwer desarrolla con fuerza, fustigando el egoísmo y la hipocresía de algunos padres.

Bienvenida sea Lola (muy bien interpretada por la joven Franka Potente), con su estética arriesgada y su interesante y bien hilada trama.

Un film que pone en imágenes la teoría del caos y que se puede considerar la primera película interactiva del cine alemán.

Guau -pensé-, espero que mis aborregadas, provincianas y rácanamente estimuladas neuronas no se fundan ante tal chute de modernidad. Escuché un poco de Kraftwerk para ponerme a tono antes de la peli y le di al play.

Bien.

Muy bien.

La peli se titula Corre, Lola, corre.

Correcto título, se adapta bastante bien al contenido.

Básicamente, Lola corre.

Corre para salvar la vida de su chico (que, bien mirada, tiene una vida y una cara cuya salvación no merece ni un paseo, y no digamos ya una carrera). Tiene que conseguir 100.000 marcos en muy poco tiempo y le dan varias oportunidades (como en Atrapado en el tiempo, vuelve al mismo día, pero aquí eso no es divertido). Solo al final lo consigue. Y ya.

Lo intenté, de veras, pero todavía estoy buscando la crítica radical y furibunda a la sociedad burguesa que, según sus muchos fans, se hace en esta peli de forma magistral e incontestable.

Yo sólo vi a una alemana corriendo por una fea ciudad de su país con estética de pasillos de Lidl. Y me aburrí mucho.  Muchísimo.

Pero me quedé con el nombre de Franka Potente.

Tras el éxito del personaje de Lola, Franka dio el salto a los USA, donde ha hecho un papel en la saga Bourne (que es como un Run, Lola, Run, pero con más presupuesto, con cámaras que saben encuadrar un plano y localizaciones que no se limitan a 50 metros de la misma calle toda la película. Eso sí, carece por completo de las ínfulas artísticas de Lola) y ya es una habitual de las producciones hollywoodienses. Su última aparición ha sido sublime, y ante ella me descubro.

Franka Potente es la salvadora ambigua de House en el arranque de esta última temporada, que ha sido fantástico. En dos capítulos, interpreta a un personaje triste y frágil -con acentazo alemán, claro- que con su dulzura sabe poner al prota ante el precipicio: le puede salvar o le puede hundir, y puede hacer ambas cosas con el mismo gesto.

Qué poco tiene que ver ese personaje sereno con la histeria empastillada de Lola. Supongo que en Lola quería expresar angustia y desesperación, pero donde Franka logra transmitir de verdad esas dos cosas es en el personaje abatido y derrotado que le regalan en ese cameo televisivo.

Llámenme burgués, apoltronado o lo que quieran, pero yo aprendí del gran Alfred Hitchcock que, en las artes narrativas y dramáticas, lo profundo y significativo siempre se transmiten con más fluidez y apariencia de verdad a través de una depurada, paciente y humilde labor de artesano que conoce su oficio que con las ínfulas desquiciadas de un artista iluminado que aspira a iluminar a todo el mundo con la grandiosidad de su genio.

Ay, Franka Potente, qué gran actriz se perdió el porno.

HISTORIAS BIBLIÓFILAS

He escrito una cosita en el blog literario de Heraldo. Puedes leerlo aquí.

Sí, me he reincorporado tras mi permiso de paternidad y unas breves vacaciones. Y sí, me da mucha rabia que mi chaval no me eche de menos como le echo yo a él. Me jode que siga con su vida como si nada mientras yo me marcho al duro laborar. Y más con este frío de mierda.

Mis compis nos han comprado una cosa muy maja y muy grande para Pablo (gracias again, de verdad), y Pablo Ferrer ma ha regalado un CD de nanas de muchos países del mundo editado por Putumayo, el sello neoyorquino molón que va por todos los continentes rastreando las músicas más enraizadas. Muy chulo.

Creo que todavía no está anunciado, pero, si no se agosta, en enero empezaré a impartir un taller en la Escuela de Escritores. Ya diré en qué consiste y dónde se puede uno informar y matricular.

Y qué frío más chungo, de verdad. Tengo las ideas heladas.

LA HISTORIA DE LA CACA

Quizá ustedes pensaban que la mierda en televisión tenía más o menos esta forma:

O esta otra:

Pero en el canal Arte nos han enseñado que puede tener otra forma. En concreto, llana y simplemente, esta:

Una vez más: ¡Vive la France!

Arte (paréntesis para posibles legos: Arte es un canal francoalemán de contenidos exclusivamente culturales que emite en francés y en alemán para ambos países. La noche temática de La 2 empezó programándose con materiales elaborados por Arte) produjo al año pasado una serie documental de cuatro capítulos titulada La fabuleuse histoire des excréments, traducida en España (y emitida por el canal Odisea en cable y parabólica) como La fabulosa historia de la caca, mejorando notablemente el título original.

Son unos programas fantásticos: muy bien documentados; guionizados, escritos y realizados con mucha gracia, y osados, entretenidos, divertidos y, sí, didácticos. ¿Se puede hacer mierda en televisión sin que apeste? Sí, y además se puede hacer una televisión de altísima calidad con ella.

La serie propone un recorrido por este último tabú y su cultura, y la cosa daría para mucho más que estas cuatro entregas. Hacen un poquito de historia, contándonos cómo se ha enfrentado la humanidad a sus heces a lo largo de la historia, y terminan narrándonos un montón de curiosidades que van del chascarrillo inocente a la tragedia más bárbara.

¿Sabían ustedes, por ejemplo, que en Japón elaboran una vainilla sintética a partir de excrementos de vaca? ¿O que en ese mismo país se ha desarrollado una poderosa industria de inodoros altamente tecnificados que adivinan mediante memorias artificiales a qué hora sueles ir al baño y precalientan el asiento diez minutos antes para que lo encuentres calentito?

¿Sabían que la postura para defecar sentados sobre el retrete probablemente sea la responsable de un buen número de desórdenes y enfermedades del aparato excretor y digestivo que nuestros antepasados, que cagaban en cuclillas, no padecían? ¿Y que Katheen Meyer escribió en los años 70 un libro práctico titulado Cómo cagar en el monte (Ediciones Desnivel) que ha vendido cientos de miles de ejemplares, que ha sido traducido a decenas de idiomas y que es muy apreciado por senderistas y naturalistas de todo el mundo? ¿O que en algunos países de Asia tienen tradiciones y figuritas muy parecidas a los caganers catalanes y que posiblemente ambas estén relacionadas, pues comparten su espíritu satírico?

Y, lo que es peor: ¿sabían que miles de millones de personas en todo el mundo defecan en letrinas o retretes que no están conectados a una red de alcantarillado y de depuración de aguas fecales, y que eso provoca gravísimos problemas de salubridad -con incidencia directa en la tasa de mortalidad- y de contaminación del agua potable en muchos países pobres? La caca no es cosa de risa.

Y ahora, que alguien venga a decirme que no se puede hacer televisión de calidad, rigurosa, con ritmo, original y entretenida. Que venga Jorge Javier Vázquez a decírmelo.

ACCIDENTES DE NACIMIENTO

Tengo muchas manías lingüísticas, y cuanto más crezco, más tengo. Una de las menos comprendidas es mi odio visceral a la expresión nacer accidentalmente, que los hagiógrafos de solapas y contraportadas de libros emplean con alegría y profusión, como si les pagaran más por ello.

Sí que me gusta mucho una expresión inglesa muy parecida y que los traductores a la violeta suelen confundir con la de nacer accidentalmente: accident of birth. Literalmente, accidente de nacimiento. Coloquialmente, hace alusión a atributos o desgracias que le vienen de serie a la persona por razón de nacimiento: la religión, los idiomas maternos, una mentalidad puritana, habilidad para las matemáticas si tu padre es un premio Nobel… También la he visto usada, en un ámbito todavía más coloquial, como sinónimo de trasto o bala perdida: This kid is an accident of birth, puede decir una abuela ante un chaval que siempre está castigado en el cole, lo que podría traducirse por “Este chico no tiene remedio”.

Me gusta accident of birth porque emplea un símil geográfico. Presupone que nuestra persona es un territorio por explorar, y en él puede haber ciudades, carreteras y puentes (que construimos nosotros artificialmente), pero también fallas, simas, cordilleras y mares (que son accidentes geográficos de nacimiento). Es bonito, no me lo negarán.

La expresión nacer accidentalmente, en cambio, no sólo no es evocadora, sino que muestra cierto cerrilismo y mucho aldeanismo. Accident of birth es una expresión que se abre y despierta a muchas posibilidades literarias. Nacer accidentalmente es cerrada, restringe y pretende imponer una visión de la historia.

Me explico.

Las biografías de Julio Cortázar empiezan: “Nació accidentalmente en Bruselas”. Las de Edgar Allan Poe: “Nació accidentalmente en Boston”. Las de Ramón y Cajal escritas en Aragón dicen: “Nació accidentalmente en un pueblo de Navarra”. Las que se escriben en Navarra, en cambio, empiezan: “Nació en un pueblo de Navarra”. Las de Picasso arrancan: “Nació en Málaga”, sin accidentalidades ambas.

¿Qué hace que un nacimiento sea accidental? Puede ser accidentado: en un parto pueden ocurrir mil cosas, y no todas buenas. Pero que el nacimiento sea totalmente accidental suena extraño.

¿Qué tiene de accidental que tu madre se ponga de parto y nazcas tú? Nada, es un hecho biológico de lo más normal, el final esperable de todo embarazo. Por circunstancias que no creo tener que explicar, lo habitual es que nosotros nazcamos en el mismo lugar en el que se encuentra nuestra madre en el momento del parto. Quizá un físico, agujeros negros y curvaturas del espacio-tiempo mediante, podría explicar que la madre estuviera en una ciudad en el momento del alumbramiento y el niño naciera en otra, pero yo no conozco casos de esos. Iker Jiménez a lo mejor sabe de alguno.

El adverbio accidentalmente no se emplea con inocencia. Pretende demostrar algo. Pretende demostrar que Cortázar, pese a haber nacido en Bruselas (que era donde se encontraba su madre, con su útero y su vagina incluidas, en el momento en el que al chico le dio por nacer), es argentino de toda argentinidad. Sin duda ninguna. Pretende demostrar que Edgar Allan Poe, pese a haber nacido en la más estirada  ciudad del norte yankee, fue un caballero sureño de apostura sureña. Pretende demostrar que Ramón y Cajal fue aragonés hasta más allá del tuétano. Y cuando, en el caso de Picasso, no se añade el accidentalmente, pretende demostrar que, pese a haber vivido casi toda su vida en Francia -e incluso haber hecho trámites para obtener la nacionalidad francesa- fue más malagueño que ir en Vespino sin casco.

El uso implica apropiación, y es muy importante para quienes escriben las historias mirando el terruño. El adverbio accidentalmente busca reducir la complejidad y servir a la idea del destino. Cortázar estaba destinado a nacer en Argentina, y sólo un accidente coyuntural y mezquino pudo desviarlo de su glorioso destino. Pero lo cierto es que, bien mirados, esos accidentes nunca son tales, sino el fruto de decisiones y elecciones tomadas por sus padres. Uno no vive en Bruselas por accidente: vivirá por necesidad, por obligación, por querencia a la buena cerveza o por ganas de aprender la lengua de los valones. Siempre habrá un motivo o una razón.

Por accidente se pueden concebir hijos. Basta un alfiler, un poco de alcohol y unas buenas dosis de inconsciencia y calentura adolescentes. Parirlos por accidente resulta ya bastante más complicado.

De mí, por ejemplo, podrían decir que nací accidentalmente en Madrid, pero que canto jotas como José Oto y me como los bocatas de ternasco de Aragón a pares. O podrían decir lo contrario: pese a vivir buena parte de su vida en Aragón, siempre aspiró las eses antes de consonante y fue incorregiblemente laísta, rasgos ambos del habla madrileña heredados de su malhablada madre, que también fue accidentalmente madrileña (como su abuela y sus bisabuelos). Si añadimos al cuadro que el catalán es mi segunda lengua materna debido a una infancia de mar y playa en Valencia, el galimatías se complica muchísimo más. Sería divertido, si alguna vez hago algo digno de ser enciclopediado, ver cómo se pelean por mí los hagiógrafos madrileños, aragoneses y valencianos. A ver quién se llevaba el gato al agua.

WILLKOMMEN, BIENVENU, WELCOME

Desde hoy, este es el único blog de Sergio del Molino activo. Rechace imitaciones. Para seguir mis andanzas futuras, tendrás que entrar aquí. Creo que es un sitio más cómodo, ordenado y saneado. Nos lo pasaremos bien también aquí.

La foto que lo preside la tomé en Coney Island, en Nueva York. Es, como se puede adivinar, un parking de autobuses amarillos. Me pareció sugerente, no sé explicar por qué me empeñé en hacerla. Sobre todo, porque tuve que subirme a algo -no recuerdo qué- y hacer un poco de equilibrismo para enfocar por encima de una verja, así que debía de tener muy claro lo que me sugería, y debía de ser muy fuerte. Los autobuses escolares aparcados tienen algo de gamberrismo: si están ahí es porque no han llevado a los niños al cole, y si los niños no están en el cole, ¿dónde están?

Gozando. Probablemente estén gozando. E imaginarse todos esos autobuses amarillos durmiendo en ese solar de Coney Island (al ladito de un parque de atracciones, subrayado que le viene al pelo) tiene que ser orgásmico para ellos.

Creo que ése es el espíritu que ha imperado en el blog: lo he hecho cuando el autobús del cole no me ha venido a recoger, cuando los mayores nos dejaban divertirnos, cuando no había ningún profe para decirnos lo que teníamos que hacer. Por eso, esa foto se va a quedar una temporada presidiendo la web.

Veréis que arriba hay algunas pestañitas como complemento, por si queréis saber algo más de mí, de mis abdominales tableta de chocolate y de mis libricos. A través de la última, titulada En el principio fue…, se entra al viejo blog y a sus cientos y cientos de artículos desde diciembre de 2005 hasta ayer mismo.

A la derecha hay algunos enlaces a blogs amigos. Si me he olvidado del tuyo -cosa muy probable- o quieres que te saque, mándame un mail, que estoy abierto a todo (sí, a eso también estoy abierto, pero mándame una foto de cuerpo entero antes, no nos precipitemos).

Entre las novedades más interesantes de este nuevo domicilio está la posibilidad de suscribirse. Si dejáis una dirección de mail en el apartado Suscripciones de la barra lateral derecha, recibiréis en vuestro correo los artículos al mismo tiempo que se publiquen, con sus fotos, sus vídeos y sus archivos pornográficos completos. Y no sólo eso: podréis comentar en ellos desde vuestro propio correo, sin necesidad de entrar aquí.

Por lo demás, todo funciona igual: misma gente, mismo tono, mismos temas. Eso sí, como este diseño me permite incorporar más fotos y más grandes, así como vídeos y música, aprovecharé esas posibilidades, pero sin abusar. Lo importante es y seguirá siendo el texto, ese rollo interminable que suelto casi a diario.

Bienvenidos a vuestra casa.

ROSAS Y COCAÍNA

Estoy escuchando mi último pequeño cuelgue musical, una moza canadiense llamada Carolyn Mark que hace ese country rock americano tan grato al oído (a mi rústico oído, al menos). Su último disco lo ha hecho a medias con un colega de Toronto llamado NQ Arbuckle, que tiene una voz levemente rasgada, como de rockero viejo de bar de carretera, y una de las que canta él, Too Sober To Sleep, empieza así:

God blessed those girls from Barcelona
Who smelled the roses and cocaine.
I hope they know their parents missed them,
So did the sunny shores of Spain.

Es decir, más o menos:

Dios bendiga a esas chicas de Barcelona
que olían/esnifaban rosas y cocaína.
Espero que sepan que sus padres las echaban de menos,
las soleadas costas de España también (las echaban de menos).

¿Dónde estarán esas chicas? En Barcelona, no, ya lo dice la canción. Quizás en Toronto, haciendo un postgrado en Filología Inuit. Y por Toronto andan desmelenadas dándole a las rosas y a la farlopa. Es muy tierno el paternalismo del rockero, que piensa en los padres de las criaturas. Esos mecánicos de la Renfe o esos prejubilados de la Seat que, en un piso mal iluminado del barrio de Sants, se meten en el Facebook de sus hijas y les preguntan si necesitan que les envíen más dinero por Western Union para pasar el mes. Si supieran que estas mocitas se están puliendo los ahorros familiares en rosas y cocaína…

¿Dónde han quedado los rockeros que, cuando ven a una chica de Barcelona en Toronto a las cuatro de la mañana puesta hasta las trancas de cocaína, en lo último que piensan es en sus padres? ¿Qué le está pasando al rock? ¿Están todos viejos chochos y cuando ven a una chica ya no ven una vagina a la que hay que tomar al asalto, sino a la hija que nunca tuvieron? Que se pare el mundo, que me bajo, que yo con unos rockeros así de tiernos no quiero saber nada.

NUEVO BLOG DE ANA USIETO

Con mis camisas largas y mis camisetas de cómics de la Marvel, Ana Usieto nunca me usará como modelo para su blog de moda (aunque creo que mi abrigo de melancólico oficial de Doctor Zhivago merecería un comentario). Sus fashionables lectores lo agradecerán, eso que se evitan. Mi amiguica y compi se estrena en esto de la internet con un rinconcito en Heraldo.es, y yo le alabo el gusto y lo celebro. Ya era hora: la blogosfera se completa al fin y encuentra un sentido a su deriva. Bienvenida, Ana, a este mundo virtual de solitarios pajilleros y polemistas con faltas de ortografía. Mucha suerte.

http://blogs.heraldo.es/divino/