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¿POR QUÉ?

Sigo perdido por estos mundos, lejos de mi España y olé. No pensaba escribir en este blog hasta la vuelta, dentro de unos días. No porque no tenga ganas ni tiempo ni fuerza para hacerlo, sino porque estoy escribiendo otras cosas mucho más necesarias para mi salud mental. Espero que lo entiendan.

Pero por mucho que huyas de las miserias del mundo, éstas te persiguen y acaban encontrándote, y hoy, a través del mail, he recibido esta notita que paso a pegarles íntegra y con todos los sic que ustedes consideren precisos.

BÜRDEL KING

Presentación del disco y actuación en directo.

Bürdel King es el nuevo proyecto de Txus Di`Fellatio, que acaba de comenzar un nuevo proyecto que mantendrá en paralelo con su trabajo en Mago de Oz. Se trata de una banda de rock & roll donde quiere dar rienda suelta a su lado más canalla. Temas muy marchosos y súper pegadizos. Mucha actitud y mucha provocación. Burdel King son Txus Di Fellatio, Frank (Mago de Oz), Sergio Martinez (ex-Mago de oz), Javi Diez (Biosfear y Arwen) y Anono (Stafas)

¿Se han recuperado ya de la impresión? Mi pregunta, como anticipaba el título del post es: ¿por qué? ¿No hay suficiente dolor estético en el mundo como para añadir una sobredosis semejante? ¿No hay ya bastantes falleras, presidentes de Murcia, moteros canosos, asociaciones culturales recreativas, cofradías de Semana Santa, peñas taurinas, lectores de La sombra del viento, librodiscos de Aute, eyaculaciones internas de Sánchez-Dragó, carcajadas de Rita Barberá, anuncios protagonizados por Carmen Machi, parrillas semanales de Telecinco, churrerías ambulantes en ferias patronales, bocadillos del Calamar Bravo, tiendas de hábitos religiosos, pascuas militares, provincias de Teruel, pueblos natales de Ramón y Cajal, estampas de Santa Úrsula, tetas de Santa Águeda, banderita-tú-eres-roja-banderita-tú-eres-gualda, conciertos de Loquillo, canónigos (de los de comer y de los de catedral), sangría de chiringuito, Luis Cobos, salmonelosis, piscinas municipales de la provincia de Soria, guardias civiles vocacionales, taxistas con mondadientes, libros emocionantísimos de Rosa Montero, gazpachos de Hacendado, enfermedades venéreas y yihadistas? ¿Por qué sumar a esta lista una cosa llamada Burdel King? ¿Es que nadie va a poner freno? ¡Bibiana Aído, Leire Pajín, alguien, por favor, que ponga coto a esto! Si no es en nombre de la dignidad de las personas, que al menos sea para que conservemos nuestras retinas y nuestros oídos internos sin que los contaminen aún más.

Señores de Burdel King: ¿es que no tienen ustedes una madre que les diga que eso no se hace, que está muy feo? Hombre, por favor, un poquito de mesura y de buen gusto. No digo yo que todo vaya a ser buen gusto, les va a costar adquirirlo a su edad, pero no puede ser que todo, absolutamente todo, suene a espanto. Algo se tiene que salvar, aunque sólo sea por casualidad.

Hace unos días me enteré de que están preparando un musical (también canallesco, cómo no, aquí quien no ha sido un bohemio avant la lettre no ha sido nadie) con canciones de Sabina. Y Almodóvar estrena coso. Miren, me están dando unas ganas de volver al solar patrio que ni les cuento.

Y dicho esto, vuelvo a mi recogimiento. Necesitaba reírme, la verdad. Ando necesitado de risas, como ustedes comprenderán con facilidad. Nos vemos dentro de unos días. Por cierto, agradezco todos y cada uno de los cariños que sigo recibiendo tanto en los comentarios como en el mail y en el Twitter. No puedo contestar a todos, pero los aprecio en lo que valen, que es mucho.

EL HOMBRE DE LA MONTAÑA DE PLATA

Ronnie James Dio.

Casi nada.

Ha muerto. Ni siquiera sabía que tuviera cáncer.

67 añazos.

Poco más de metro y medio levantaba del suelo.

Y más feo que el feo de los hermanos Calatrava. Era como un manojo de espárragos galvanizado.

Pero grande, enorme.

Puro rock. Si hay una idea platónica de rock, Dio estaba al final de la caverna, muy cerquita de la luz.

Era italoamericano (su apellido real era Pavadona), así que sabía perfectamente qué significaba Dio en italiano. Una elección consciente, una humorada megalomaníaca para un músico de tamaño minúsculo, pero con una voz poderosa que retumbaba como la del mismo Dios.

O como la del Mago de Oz, que también era un ser pequeñito oculto tras un decorado.

De hecho, el grupo que le dio la fama se llamaba Rainbow, y es uno de los grupos de rock surgidos de una sola frase de la peli El Mago de Oz.

La frase (y el niño que llevo dentro todavía siente escalofríos al evocarla) la dice Dorothy al despertar en technicolor. Dice: “Toto, I think we’re not in Kansas anymore. We must be over the rainbow, rainbow!”.

Nombres de grupos que han salido de aquí: Toto, Kansas y Rainbow.

En Rainbow, el proyecto del desfasadísimo semidios Ritchie Blackmore, se estrenó con la bestial Man On The Silver Mountain, de 1975.

Desde entonces, Dio fue el hombre de la montaña de plata.

Un farsante simpático, un artesano humilde que fingía ser una estrella del rock. El feo de voz prodigiosa que se hizo rockero para ligar.

La casualidad ha querido que Dio haya estado rondándome estos últimos días, pues le he utilizado para caracterizar a uno de los personajes de eso que estoy escribiendo y que para simplificar llamaré novela.

Como regalito y homenaje póstumo, os pego el diálogo que escribí -y que todavía puede sufrir muchas modificaciones-. Como se ve, el personaje en cuestión es argentino. Está hablando del Live Evil, el directo de Black Sabbath con la voz de Dio:

—El Live Evil es insufrible del derecho y del revés. ¿Sabés que hay una muy buena con ese disco? ¿Te gusta el rock? ¿El hard rock? Bien, pues escuchá: es el directo que Black Sabbath grabó con Dio como cantante. Ronnie James Dio. Un tipo que se bautiza con el innombrable es ya bastante ridículo, ¿no creés? Lo preocupante en él no es la egomanía, sino su obviedad. Un individuo así no soporta trabajar con otros, y una banda de rock es pura dialéctica: es una síntesis que surge de la lucha de dos inconciliables. El genio individual contra la disciplina grupal. Si el genio individual se come el trabajo del equipo, la cosa se rompe. Y si el trabajo del equipo ahoga la expresión del genio individual, lo mismo. Es un equilibrio muy puto. Ahí tenés a los Beatles, que son el ejemplo típico. Dio no asumió esto nunca, y cuando grabaron el disco en directo, encizañó a Geezer Butler, el bajista, y le convenció de que Tommy Iommi era un tirano mediocre que les menospreciaba y que debían plantearle un ultimátum: o les dejaba el control de la banda, o se irían. La leyenda cuenta que hicieron algo mucho más artero. Cuando acabaron las mezclas del disco y ya estaba todo listo para empacarse, Dio y Butler entraron una noche en el estudio y remezclaron todos los masters, colocando en un primer plano la voz y el bajo, y dejando por atrás la batería y las guitarras. Dicen que Tommy Iommi se enfadó mucho cuando escuchó el disco definitivo, y que por eso los botó de la banda. No se sabe si esta leyenda es cierta, pero todos los que tenemos ese disco sabemos que, sin lugar a dudas, la voz y el bajo son dominantes y suenan por encima del resto de instrumentos. Y, ¿sabés qué? Que es un acierto. Pero ni aún así se salva: es un álbum horrible.

—Bonita historia, cuéntala en tu radio.

—No entendés: vos sos Butler y yo soy Dio.

Desde que leí el obituario lleva sonando en mi cabeza el arranque de The Mob Rules (canción que suena en la peli de dibujos animados Heavy Metal, en parte obra de Moebius), y ya me he convencido de que la mafia manda: “Cross the city and / tell the people that / something’s comin’ around”.

Grande, Dio, qué buenos ratos nos hiciste pasar.