A VECES SE LEE CADA COSA…

Vicente Verdú, en su artículo de hoy, La crisis pide un mesías, cita a Ortega y Gasset —citar a Ortega y Gasset es ya como hacer un chiste de Martes y Trece, ¿no?— y añade tras la cita:

Asombrosamente, parece copiar, punto por punto, el artículo de Carlos Mendo que El País publicó ayer.

Hombre, señor Verdú, no joda. ¿No será más probable que Carlos Mendo copie punto por punto a Ortega y Gasset? Lo digo porque, teoría de la relatividad al margen, veo difícil que un texto de 1930 se refiera a uno de 2010, pero me parece de lo más normal lo contrario. Por una simple cuestión cronológica, vaya.

Aunque todo pudiera ser: a lo mejor eso es lo que llaman estar adelantado a su tiempo, y Ortega ya pudo leer en 1930 lo que Mendo escribiría en 2010 y dijo: “Esto lo copio yo en un momentín y aquí no se entera nadie”. Lo raro es que, pudiendo ver el futuro, prefiriera leer un soporífero texto de Carlos Mendo a enterarse de la combinación ganadora del superbote del Euromillones. Eso sí que es filosofía en el sentido etimológico (esto es, amor a la sabiduría, suponiendo que lo que suelta Mendo por su páncreas sea una forma de sabiduría).

Me iba a quedar en el chascarrillo, pero como hoy me he levantado de muy buen humor, voy más allá de la broma.

Entiendo perfectamente lo que quiere decir Verdú: ante situaciones sociales parecidas (la de 1929 y la actual), los pensadores elucubran respuestas similares, lo que parece refrendar la lucidez y certeza de sus pensamientos. Yo no diría tanto: si se dicen cosas similares ante situaciones asimilables es porque esas cosas ya se han dicho antes. Es decir, es lo que se espera que diga un determinado tipo de intelectual ante una determinada situación.

En un entierro, la gente da el pésame; en un ágape se dice “buen provecho”, y ante una crisis en Europa, los intelectuales conservadores hablan de falta de liderazgo y de la obscena prepotencia de las masas. Son convenciones sociales, no análisis infalibles. Y ojito, porque tampoco Ortega era original en ese sentido: buena parte de las cosas que dice en La rebelión de las masas ya las dijo Spengler en La decadencia de Occidente.

Mi opinión —sin duda influida por la absorbente lectura de Tony Judt— es que estos lamentos que se escuchan a intervalos —y que tienen su reflejo en la literatura: por ejemplo, en Thomas Mann— no son más que delirios de un trauma. Los europeos no asumimos que hemos dejado de ser los amos del mundo y nos seguimos comportando como tales, por eso nos frustramos.

Nos pasa como a esos Yorkshire Terrier: después de una serie de cruces y mutaciones genéticas salvajes, nos hemos visto achicados a menos de la mitad de nuestro tamaño en unas pocas generaciones. Esos perros tienen un cuerpo enano, pero su cerebro sigue pensando que son grandes, e instan a su cuerpo a hacer cosas que físicamente no puede hacer. Por eso se frustran, no entienden qué les pasa y se pasan el día ladrando. Por eso, si su dueño no los trata bien y educa su autoestima, acaban siendo unos perros amargados y marrulleros que no aguanta nadie.

Europa se derrumbó en 1914 y, desde entonces, se lame las heridas. No entiende qué ha pasado, en qué momento dejó de importar. Por eso Spengler, por eso Ortega y por eso Mendo. Son ladridos de impotencia de un Yorkshire Terrier.

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PD.- A veces se lee cada cosa… pero en plan bien. La prensa estará agonizante (qué me van a contar ustedes a mí, y será mejor que yo a ustedes no les cuente nada), pero algunas mañanas de sábado regurgita algunas perlas. Todas juntas no dan para un collar, pero alegran la vista un rato y se pueden guardar en un estuchito.

La primera, el artículo que Muñoz Molina dedica a Delibes en Babelia. ¿Puedo decir que me ha emocionado el final, que he sentido verdadera congoja por la muerte de este hombre?

La segunda, una entrevista a Chuck Palahniuk (sí, hombre, el de El club de la lucha, ¿se sitúan ya?) hecha por Antonio Fontana en ABCD (al igual que con el artículo de Verdú, no encuentro el link). No la cito por la entrevista en sí, sino por esta frase que voy a enmarcar:

Si describes el mundo fiel y despiadadamente, todo el dramatismo de las relaciones recíprocas humanas cae esencialmente en lo absurdo.

Hasta aquí la revista de prensa de hoy.

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