BLOGS LITERARIOS

Hoy he participado en el Encuentro de Blogs Literarios en Madrid. He participado en el panel titulado ¿Puede convertirse en un género literario? Mi intervención trata de responder a esa pregunta en el contexto de un debate. Este es el texto que me preparé, aunque no lo he leído, ha sido la base sobre la que he perorado. Lo pego aquí por si a alguien le interesa, advirtiendo de que se trata de un documento de trabajo cuyo destino no era la publicación y, por tanto, está lleno de imperfecciones.

No creo que los blogs literarios puedan convertirse en un género en sí mismos. Aunque profundamente alterados y distorsionados, en los blogs perviven demasiados elementos del articulismo como para considerarlos algo más que una variante del artículo clásico. Una variante autónoma y llena de excepciones, pero variante al fin y al cabo. Con frecuencia, nos apresuramos a descubrir mediterráneos, pero una mirada más reposada casi siempre nos lleva a concluir que todo está inventado, que eso ya lo vimos, que los romanos y los griegos y hasta las tribus aborígenes australianas ya hacían cosas sospechosamente parecidas a las que nosotros tomamos por nuevas.

En realidad, el péndulo oscila siempre entre dos extremos: el alelado entusiasta que babea por lo nuevo y el académico con cara de señor Scrooge que desprecia cualquier novedad calificándola de paparrucha. La inteligencia obliga a explorar el término medio: probablemente, la novedad no sea tan novedosa como aparenta, pero tampoco pueda asimilarse a una tradición con tanta facilidad como nos quieren hacer creer los señores gordos que se sientan en sillones de cuero.

Está muy demodé citar a Umberto Eco, pero en esta ocasión encaja perfectamente. El semiólogo italiano estableció que toda novedad es el resultado de una síntesis dialéctica entre redundancia e información. La redundancia, en sí misma, no produce nada nuevo, y la información pura resulta incomprensible al no estar anclada a un pasado. Para que un fenómeno nuevo pueda ser percibido como tal debe combinar elementos redundantes, que aludan a un contexto y a unos antecedentes conocidos por los receptores, con información nueva que puede descodificarse gracias a las claves que hay en la redundancia. Los blogs literarios tienen mucha redundancia, aluden constantemente al articulismo clásico y a sus resortes, herramientas y estrategias. Pero también aportan una información nueva lo bastante significativa como para desgajarse del padre. Pueden no ser un género, pero sí un subgénero del articulismo.

Me refiero constantemente a los blogs literarios que hablan de literatura. Ya sea desde una perspectiva crítica, testimonial, provocativa, cáustica o laudatoria. Creo que es el único modelo de blog literario realmente existente: el que plantea la literatura y sus miserias y grandezas como tema. Los demás experimentos (blogs que son novelas, blogs que son poemarios, blogs que son videoarte…) han fracasado. Creo que los lectores sólo nos interesamos por aquellos autores que trabajan la literatura como ámbito de discusión, generando la mayor barbarie metaliteraria que han visto todos los ismos, las nuevas olas y las postmodernidades del pasado.

En ese sentido, yo no aprecio que los blogs supongan un salto estilístico con respecto al periodismo literario analógico. De hecho, imitan muchos de sus vicios y trampantojos, en un intento, quizá, de dignificarse o de acercarse a un modelo reconocido y con prestigio social y cultural. Sin embargo, sí que suponen un salto conceptual muy importante que podría ser síntoma (pero no causa) de un cambio de paradigma en el statu quo cultural.

La consolidación de los blogs literarios en la galaxia cultural presagia el fin de la hegemonía de las voces que han marcado el paso en España desde la transición. Las diatribas que a menudo se lanzan contra el amateurismo de los blogs, o contra su descontrol, o contra el daño que hacen a los medios tradicionales, muchas veces encubren una rabia mal disimulada: la del cura que ve amenazada su influencia sobre su grey. No porque sus feligreses hayan dejado de escucharle ni se vayan a otras parroquias, sino, sencillamente, porque han surgido un montón de predicadores espontáneos sobre los que no ejerce ningún control. Ha dejado de llevar la voz cantante, de forma literal. No importa que su hegemonía se mantenga en la práctica, ya que sus amplificadores son mucho más potentes. Lo grave es la pérdida del monopolio. Lo que resulta intolerable es que se hayan roto los filtros de acceso al espacio público y que cualquier individuo con una conexión a internet pueda entablar una disputa dialéctica de igual a igual con un líder de opinión consagrado por los medios de comunicación.

Los blogs literarios han alterado un equilibrio de décadas en una industria cultural que pasa por sus momentos más difíciles. Para los líderes de opinión, para toda esa inteligentsia que ha sostenido un discurso inane y complaciente, ejerciendo una crítica bisoña y amiguista, los blogs literarios suponen un incordio. Como lectores, sin embargo, no podemos estar más agradecidos. Estos blogs han permitido una cierta catarsis (una explosión controlada, por así decir, pero explosión al fin) en un panorama anestesiado que se movía por pura inercia. Ha acompañado el trabajo de los pequeños editores de la última hornada, que han llenado de colorido e imaginación unas librerías mortecinas, y ha devuelto un sentido pasional al hecho de leer.

Desde una pose anacrónicamente estructuralista, muchos grandes popes de la crítica y de la cultura han alertado sobre las disfunciones que los blogs introducen en el sistema literario: confusión, falta de criterio, analfabetismo funcional, anonimato, descontrol… Todas estas críticas presuponen la imbecilidad intrínseca del público, al que consideran incapaz de discernir lo bueno de lo malo, como si no supiéramos valorar por nosotros mismos si un bloguero nos merece o no confianza o no pudiéramos calibrar si dice cosas interesantes o pura mierda. Porque ese es el problema: que, si se consolida el cambio de paradigma, los medios tradicionales tendrán muy difícil imponer su discurso frente a otros espontáneos. Los logaritmos de Google harán la criba por ellos y no tendrán ningún poder para encumbrar a los líderes de opinión del futuro.

Sin embargo, el cambio de paradigma aún no se ha producido. Los medios siguen consagrando voces. Aunque surjan en espacios ajenos a ellos: los periódicos siguen diciendo quién cuenta y quién no en la escena pública. Puede que de forma litúrgica y meramente nominal, pero mantienen su función.

Los blogs literarios, sin embargo, han transformado la discusión literaria, han cambiado las reglas de juego. Quizá no hayan alterado las jerarquías, que siguen vigentes, pero han permitido romper el tapón generacional y ampliar el repertorio de voces de una forma exponencial y absolutamente impensable hace menos de diez años. La heterogeneidad y la diversidad sólo suponen una amenaza para quienes aspiran a mantener o conseguir una hegemonía del discurso público, pero no puede ser más que un motivo de celebración para los lectores. En este caso, más es siempre mejor, por mucha morralla que se produzca en el intento. Morralla, por otro lado, fácilmente ignorable. Recurriendo a las liturgias y estrategias del periodismo cultural clásico, lo han transformado por completo al sacar el ámbito de discusión del núcleo de la industria y de la cadena de favores institucionales en el que vivía. Son un gran paso adelante, y no necesitan convertirse en un género independiente para ser un elemento fundamental de la vida literaria. Ya lo son, sin posibilidad de marcha atrás.

2 Respuestas a BLOGS LITERARIOS

  1. Tomo Otaguro

    vaya rollazo les has soltado… si alguien vive en Madrid que vaya a despertar a los del encuentro.

  2. Interesante entrada, aunque en el encuentro echo de menos la presencia del mundo académico. Si te interesa, hay un libro que recoge las ponencias de un congreso sobre el tema. El enlace, si quieres, es: y

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