LA ECOSFERA DE SIPÁN

Aviso para todos: Óscar Sipán no sólo es mi amigo, trabajo con él y es mi editor. Por tanto, interpreten este texto en clave genital-succionadora si así lo desean, pues sospecho que no tengo credibilidad ninguna.

Concesiones al demonio es su primera novela, y yo creo que es más bien una colección de cuentos muy bien engarzados. Aunque la discusión se vuelve un poco bizantina ya que hace mucho tiempo que la novela perdió sus características decimonónicas y ya se considera como tal cualquier creación narrativa de cierta extensión y unidad demostrable. Pero lo cierto es que los relatos que componen esta novela tienen bastante autonomía y funcionan muy bien por separado. Para mi gusto, los puentes que conectan unas historias con otras son demasiado circunstanciales como para justificar la adscripción del libro a la novela, pero si las pelis de Iñárritu se consideran películas compactas y no cortometrajes encadenados, este libro tiene una unidad y una solidez estructural superior a esas pelis. Así que acepto novela como animal de compañía, y porque me he propuesto chuparle la polla a Sipán, como bien he anunciado al principio.

Para quienes no lo sepan, Concesiones al demonio relata un periodo muy corto de la vida de los vecinos del edificio Zabulón, a modo de 13, Rue de Percebe, o como una versión muy reducida de La vida, instrucciones de uso, de Georges Perec —para que no digan que sólo manejo referencias pulp, también sé ser académico cuando me pongo y me interesa quedar bien—. Cada capítulo se centra en uno de los pisos, más uno de propina y unos apéndices que cierran varios flecos que han quedado colgando. Al final, lo vemos todo de un golpe de vista, como si el edificio fuera una ecosfera (metáfora que está en uno de los relatos, no me la invento yo). Así, hay una disparidad de voces y de tonos que acaban convergiendo en un ambiente común: un discordante conjunto de personajes que termina por armonizarse en un tema básico, la soledad.

«La esperanza viaja en brindis solitarios», dice la prota de la primera historia, en una de esas frases limpias y redondas que tanto le gusta construir a Sipán. Los seis personajes de estas concesiones se sienten solos en muchas variantes. El libro puede leerse como un muestrario de soledades o de formas de sentirse solo. Otros lo llamarían formas de fracaso. No termino de saber si estos personajes son más solitarios que fracasados o más fracasados que solitarios, o hasta qué punto uno de los dos sentimientos domina sobre el otro.

En cada relato se echa un vistazo a sus vidas, a sus traiciones, a sus mentiras y a los vicios que no confiesan en público pero que nosotros vemos. Los lectores somos voyeurs, y aunque nos puede el morbo de espiar, no sabemos evitar sentir más interés por unas vidas que por otras.

Recuerdo la primera vez que Óscar me habló de esta novela, cuando empezó a darle una forma definitiva y a escribirla en serio. Me contó la historia del ciclista retirado (que forma el capítulo tercero del libro) y cómo se le ocurrió. Y me gustó mucho entonces, pero al verla escrita me ha interesado mucho menos que otras que, a priori, creía que me iban a dejar indiferente. De todos los relatos, el que más me ha gustado es el que se refiere a los dos escritores que viven en el edificio Zabulón. O al escritor y al aspirante a escritor.

Nigel Farmer, un viejo novelista de éxito al que ya no se le ocurre nada y que lleva años en el dique seco, y Livio Carnero, un joven y entusiasta aspirante que admira mucho al primero. Ambos saben el uno del otro por los poquitos indicios que se dejan ver en la escalera o cuando se cruzan en el supermercado. Y los dos interpretan las pistas de la forma más absurda, inventando para el otro una vida que nada tiene que ver con la que realmente tienen. El juego es muy divertido y tiene un punto austeriano.

Los apéndices me han gustado menos y me han parecido hasta cierto punto prescindibles, pero pueden funcionar como un pequeño bis. Yo, por desgracia, nunca he entendido los bises, me han parecido siempre una impostura muy ridícula: si das un concierto, lo das y punto, con su principio y su final.

¿Me ha gustado Concesiones al demonio? Sí, ciertamente. Podría ser más entusiasta, pero prefiero reservar lo mejor de mi arte felatriz para cuando esté con Óscar en carne mortal. Pero puedo avanzar aquí que creo sinceramente que es lo mejor que ha escrito, lo más redondo.

Porque, además, percibo que empieza a madurar un rasgo estilístico fundamental para devenir un buen novelista: el repudio a la frase bella. Sipán no la repudia aún, pero ya no la busca con tanta fiereza. Óscar es un cuentista técnicamente imbatible, y buena parte de su músculo se basa en su dominio de las construcciones gramaticales audaces. A veces, Sipán es más mago que narrador, y eso funciona de puta madre para montar artefactos cuentísticos perfectos y brillantes, pero a la hora de levantar una novela puede ser un lastre. En este libro he visto que en más de una ocasión ha sacrificado la oportunidad de insertar una greguería o un símil surrealista en aras de una mayor claridad textual. Y eso, señores, en un escritor, se llama madurez. Ser capaz de guardarte tus trucos de chistera y pensar en la eficacia del conjunto antes que en la chispa de la frase es un rasgo de narrador adulto. Eso es cojonudo, porque significa que el autor avanza y crece, pero también significa que ya no es ese chaval que se conformaba con unas frases deslumbrantes y podía hacer el pino y salir hasta las tantas sin sentirse hecho mierda a la mañana siguiente. Ahora, con la literatura, Sipán busca una relación seria, y para eso está aprendiendo que fregar los platos y bajar la basura es tan importante como follar bien.

Y todo esto estoy dispuesto a decírselo a la cara esta tarde, cuando presente esta novela en Zaragoza, en el salón de actos del Instituto Goya, a las 20.00. Allí estaremos unos cuantos armando bulla.

Una respuesta a LA ECOSFERA DE SIPÁN

  1. Felicidades por tu blog, Sergio. He pasado por la misma experiencia que tú y todo lo que escribes me ha ayudado enormemente. Ahora que ya puedo escribir sin que las lágrimas me desborden, solo quería decirte esto:
    Gracias y sigue escribiendo libros, blogs o lo que sea.
    Un abrazo
    Pedro

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