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ONCE LIBROS DE DOS MIL ONCE

Como buen desordenado que soy, me gusta hacer listas. Así me creo una ficción de orden, jerarquizo el mundo y me convenzo de que el caos que hay en mi mesa y en mi ordenador tiene un significado que sólo yo soy capaz de ver. Por eso, y porque me apetecía recapitular, que estas fechas son muy de recapitular, les ofrezco esta lista de mis once mejores libros de 2011. Con varias advertencias preliminares.

La primera es que se trata de libros editados en 2011, con el ISBN inscrito en este año. No es, por tanto, una lista de los libros que más me han gustado del 2011, pues este año he leído muchos otros publicados otros años e incluso editados en otros siglos. Y puedo decir que bastantes de esos me han gustado mucho más que la mayoría de los que están en esta lista, pero quiero ceñirme a lo que ha pasado este año, a las latest news. Lo pretérito lo guardaré para mí.

La segunda salvedad es que he procurado escoger libros que he reseñado en este blog. Hay algunos títulos editados en 2011 que me han gustado bastante pero que no he comentado aquí, porque no voy a compartir todo lo que leo, algo me tendré que guardar para mí. Esos, con una excepción que verán a su debido tiempo, se han quedado fuera de los candidatos al top-11.

La tercera salvedad tiene que ver con las editoriales. Ya saben ustedes que soy un lector escorado hacia la edición independiente y pequeñita, y que, por norma general, no me encontrarán husmeando entre los más vendidos de las librerías. He procurado que esa vocación se refleje en la lista, y eso me ha obligado a dejar fuera algunos títulos de una editorial en concreto para que la cosa quede variadita. Me refiero a Libros del Silencio. Algunas de las mejores cosas que me he llevado a los ojos en 2011 llevan su sello, y por eso, tres de los once títulos les pertenecen. Me he reprimido para no incluir dos o tres más. Lamentablemente, al final he descubierto que las editoriales majors no lo son sólo por su volumen de facturación, sino porque son capaces de atraer a los mejores y más eficaces escritores, con más oficio y veteranía. Por eso, al final, Mondadori, Tusquets —dos títulos cada uno— y Seix Barral tienen su hueco en la lista. Decencia obliga.

Y la cuarta y última advertencia tiene que ver con mis limitaciones: no he leído ni El mapa y el territorio, de Houellebecq, ni Libertad, de Franzen, consideradas por muchos críticos como lo mejorcito del año. Yo no puedo juzgarlas. Es ocioso decirlo, pero hablo de lo que leo, no de lo que otros dicen que hay que leer.

Por último, el orden sí indica preferencia. Es una jerarquía, y la cosa va de menos a más agrado. Las razones, en cada escalón. Ah, y se me olvidaba: en aras de la transparencia, añado al final una nota de mi relación con los autores, tal y como hace Vicente Luis Mora en su blog. Para que luego no digan que si mira tú qué tal y pascual.

TOP 11.

Antonio Orejudo, Un momento de descanso, Tusquets Editores (comentario en el blog, aquí).

No es la mejor novela de Orejudo, pero es un Orejudo, al fin y al cabo, y eso, en un panorama pobretón y predecible como el que sufre la literatura española, siempre es un marchamo de calidad. Me gustaría que estuviera más alto en la lista, pero se trata de un Orejudo menor, algo reiterativo con respecto a los tics de estilo que tanto éxito le han dado. Este año se ha reeditado también Ventajas de viajar en tren. Para muchos, su mejor novela (no para mí, yo prefiero Fabulosas narraciones por historias). Pero es una reedición y no cuenta como novela nueva.

Relación con el autor: absolutamente ninguna.

TOP 10.
Javier Avilés, Constatación brutal del presente, Libros del Silencio (comentario en el blog, aquí).

Inclasificable, a ratos ilegible, mareante e incluso desquiciante. Una de las cosas más originales que se han publicado en España en clave metaliteraria. Una reflexión sobre el arte y la necesidad de narrar hecha desde la narración misma. Un libro para escritores y para gente muy interesada por estas cuestiones. Javier Avilés escribe de puta madre, con mucho nervio, y compone una especie de relato de misterio en el que lo importante es seguir leyendo. Lo que quizá hubiera querido ser El nombre de la rosa si no fuera un best seller. Lo incluyo en el top-11 por original, periférico y audaz. Disfruté mucho y me hizo pensar. Y no me hace disfrutar ni me hace pensar cualquier cosa.

Relación con el autor: intercambio esporádico de mails cordiales a propósito de su libro. Ah, y nos seguimos mutuamente en Twitter, donde es un tipo gracioso.

TOP-9.

Marian Womack, Memoria de la nieve, Tropo Editores.

No he escrito de este libro en el blog por escrúpulos éticos y profesionales (es mi editorial, y no sólo me publican libros, sino que trabajo con ellos y son mis amigos, así que cualquier promoción de sus títulos por mi parte se puede malinterpretar), pero estaría siendo muy injusto si lo excluyera de esta lista. No me avergüenza confesar que he llorado leyendo esta preciosa y delicada nouvelle, escrita con una sensibilidad a caballo entre lo lisérgico y lo esotérico. Quizá fue el momento en el que la leí, pero los fantasmas que se aparecen en sillones orejeros de los fríos salones de Oxford me emocionaron muchísimo. Historias sobre el amor y la muerte, o sobre amores que se congelan tras la muerte, como esa nieve que cubre todas las tramas y todos los escenarios. Sutil, lírica, íntima y extraña. Hay quien ha acusado a la autora de inconsistencia narrativa, pero yo creo que no hay pecado sin intención, y Womack —gaditana y rusófila, por cierto; el apellido lo toma de su marido, el poeta inglés transterrado a Madrid James Womack— no ha querido escribir una novela sólida, sino un libro de sensaciones, epidérmico y, sí, por qué no decirlo, poético.

Relación con la autora: epistolar, muy simpática en el trato por email.

TOP-8.

Francisco Ferrer Lerín, Familias como la mía, Tusquets Editores (comentario en el blog, aquí).

Bruta, a ratos soez, con tendencia al salvajismo, pero escrita con la elegancia y rectitud que sólo un ex novísimo (o casi novísimo) puede conseguir. Con un humor negro que me recordaba a ratos al de Rafael Azcona y que se inserta en la mejor tradición hispana —¿por qué los escritores españoles se empeñan en ser tan serios y solemnes si venimos del Lazarillo y del Quijote, que son chiste sobre chiste?—, Ferrer Lerín presenta una obra antiintelectual que a ratos se comporta como una roman à clef. Retuerce su autobiografía y la convierte en un delirio criminal con banda sonora ibérica. A no perderse el proyecto de convertir la provincia de Teruel en un territorio para hacer desaparecer cadáveres de ajusticiados a través de los muladares. Lo que Bigas Luna podría haber hecho si tuviera talento para ello.

Relación con el autor: colgó mi reseña en su blog y nos escribimos a propósito de ciertos juicios míos sobre su novela que él no compartía. No llegamos a una entente, pero quedamos como amigos.

TOP-7.

Colin Wilson, Ritual en la oscuridad, Libros del Silencio (comentario en el blog, aquí).

Hablé de él hace muy poco, así que no voy a insistir volviendo sobre el tema. Un  descubrimiento y un autor a investigar. Esperamos que lleguen más traducciones. Por cierto, Javier Calvo vuelve a confirmar aquí que es uno de los mejores traductores del inglés: todo suena natural en los libros que él traduce y sabe recrear el registro coloquial como pocos.

Relación con el autor: ninguna, vive muy lejos, habla muy raro y dicen que le gustan los ovnis, así que tampoco tengo muchas ganas de conocerlo si se diera el caso.

TOP-6.

Alberto Olmos, Ejército enemigo, Mondadori ().

El otro día presentó Olmos este libro en Zaragoza. El presentador oficial era Manuel Vilas, pero se indispuso, y mi amigo Ángel Gracia, baranda del Fórum de la Fnac, me llamó en tono un poco suplicante pidiéndome que estuviera en la mesa. No ejercí de maestro de ceremonias, pero sí instigué una conversación con Alberto en la que me felicité, en nombre de los lectores literarios, del éxito de este libro, porque representa la emergencia de una literatura diferente a la que estamos acostumbrados y a la que hasta ahora defendían los popes en este país. Visto con cierta distancia, ahora me parece que la principal virtud de Ejército enemigo y del ruido que está haciendo es que ha sacado del armario a una generación de autores jóvenes que quizá anuncien un necesario y refrescante relevo. Porque, hablando en plata, estamos hasta los eggs de los tipos que hicieron la Transición y sus monsergas de posguerra.

Relación con el autor: moderadamente etílica, de mesa, mantel y barra de bar. Amigable y cariñosa en lo epistolar.

TOP-5.

Manuel Jabois, Irse a Madrid, Pepitas de Calabaza (comentario en el blog, aquí).

Un columnista comme il faut. Un articulista de los de antes pero con el estilo de ahora. Lo que me gustaría encontrar en los periódicos y nunca encuentro. Un escritor elegante y socarrón, un cronista con estilo, un mago de la primera persona del singular. Los artículos de Manuel Jabois son delicatessen periodística y diluyen las fronteras entre lo literario y lo gacetillero. Una patada periférica, desde la lejana y brumosa Pontevedra, al ombliguista y mediocre centralismo que practican muchos de los que escriben en los papeles. Chapó.

Relación con el autor: dejó una vez un comentario en este blog que creo que ni siquiera respondí, maleducado que soy.

TOP 4.

Art Spiegelman, Metamaus, Pantheon (comentario en el blog, aquí).

Este no lo van a encontrar en su librería, tendrán que pedirlo a los americanos, pues de momento sólo se ha publicado allá, en una editorial de Nueva York. Y si no leen inglés, olvídense de él. Metamaus es una reflexión sobre el cómic Maus en su vigésimo aniversario. Se compone, básicamente, de una larga conversación con Spiegelman en la que se explaya sobre un montón de cuestiones relativas al proceso de creación de Maus, a su repercusión y, en definitiva, a qué piensa del arte, de la literatura, de los cómics y de la fijación del discurso histórico oficial a través de los relatos de ficción narrativa. Esto suena muy intelectual, y lo es: ¿qué esperaban de un artista judío neoyorquino? Esta gente no sabe hablar sin citar a tres filósofos de la Escuela de Frankfurt. Pero, a la vez, es muy oxigenante y transpira honestidad. En estos tiempos tan dominados por intelectuales naif y por descubridores del Mediterráneo que se expresan con palabras polisilábicas que se inventan sobre la marcha, da mucho gusto dejarse seducir por la voz de un artista honesto que es capaz de pensar sobre su oficio en forma socrática, sin aspirar a auspiciar cánones o a inspirar preceptos. Un lujazo de libro, imprescindible para todos los que se quedaron fascinados por el cómic.

Relación con el autor: le amo en la distancia y oculto entre la masa, con un océano de por medio, sin aspirar siquiera a que su mirada se cruce con la mía. Ay (suspiro melancólico).

TOP-3.

Celso Castro, astillas, Libros del Silencio (comentario en el blog, aquí).

Y llegamos a la medallita de bronce. Merecidísima. Es el descubrimiento de 2011. Si estos fueran unos premios de cine, se llevaría el de actor revelación o mejor director novel, aunque astillas no sea su primera novela. Es, de hecho, la segunda de una trilogía que empieza por el afinador de habitaciones (todo en minúsculas, por favor, estamos ante un escritor minusculista que no usa nunca las mayúsculas). Una historia de fantasmas y de niños bien huerfanitos en una Coruña drogadicta y subidita de calentura sexual. Es un libro que habla de las cosas importantes de la vida: follar y… No me acuerdo de cuál era la segunda. Una Bildungsroman con resabios de Henry Miller y lamentos de poeta, pero con un sentido del humor lo bastante poderoso como para compensar el malditismo.

Relación con el autor: ninguna de las ningunísimas, ¿no les he dicho ya que vive en Galicia? Pues, ¿qué más quieren saber?. Por cierto, hay dos gallegos en esta lista. Me mosquea. ¿No estaré haciendo méritos inconscientes para el nuevo presidente de este país con burdos guiños a sus paisanos?

TOP-2.

Ignacio Martínez de Pisón, El día de mañana, Seix-Barral ().

Medallita de plata para el amigo Pisón. Por la mejor novela que ha escrito hasta la fecha, con la que creo que ha dejado definitivamente atrás su etapa de contaminación sebaldiana. Una novela redonda, de estructura muy compleja y planteamientos poco complacientes con la narrativa española al uso, que promueve una revisión del pasado en un sentido distinto al que aventura Pisón. Además, es un libro comercial en el mejor de los sentidos, que admite varios niveles de lectura y es capaz de satisfacer al lector literario más elitista y al que sólo busca entretenimiento. Un alarde de técnica y de pulso narrativos. Una novela que sólo puede escribir alguien con el oficio y el alma de artesano stajanovista de Martínez de Pisón. La leí en dos tardes.

Relación con el autor: difundió algunos elogios desproporcionados sobre mi anterior librito, Soldados en el jardín de la paz, y hemos compartido mesa, risas y mantel. Las copas, cada uno las bebía de su vaso, sin compartirlas.

TOP-1.

Edmundo Paz Soldán, Norte, Mondadori (comentario en el blog, aquí).

Quizá sea por la cercanía de su lectura, que conservo aún muy fresca, pero tengo muy buenas sensaciones en el paladar lector. Un amigo a quien se la recomendé la calificó de un must, un imprescindible. Paz Soldán es una de las voces más interesantes de la literatura en español, y este thriller ambicioso es puro nervio, una prosa llena de capas, que baila por todos los registros del idioma para componer un friso duro, sin sentimentalismos ni cursilerías. Asesinos en serie, locos, chicas colgadas de colgados… Todo mola en este libro vibrante, que avanza en torbellinos. No creo que haya muchos escritores contemporáneos a la altura de Paz Soldán, que combinen un estilo poderoso y dúctil con una técnica narrativa muy depurada y más propia de un norteamericano que de un hispano. Quizá porque vive en Estados Unidos. Maravilloso. Como escritor, ante libros así, sólo puedo sentir envidia. Y no de la buena.

Relación con el autor: qué más quisiera yo. Si tuviera amigos así, no tendría que aguantarles a ustedes (uy, ¿he dicho esto con el micro abierto?).

¿Y ustedes? ¿Han leído algo o el porno gratis online ha absorbido todo su tiempo en 2011? ¿Algo que debamos saber, algún libro que haya cambiado sus vidas en estos doce meses? Por favor, estamos deseosos de sus recomendaciones. Déjenlas en los comentarios para que podamos gozar de ellas. Eso sí: en la medida de lo posible, que sean títulos publicados en 2011, que a Valle-Inclán y a García Lorca ya los leímos en el insti.

EL MEDIO ES EL MENSAJE

Si eres un escritor/letraherido, vives en Calahorra y te da por hacer un blog, escribirás sobre los atardeceres de los campanarios, el sonido que hacen las cigüeñas (como se llame lo que hagan las cigüeñas, aparte de cagar zurullos del tamaño de un niño) y el rumoroso rumor que rumorea en los rumores rumorosísimos que rumisquean en la rumorosa mañana.

Sin embargo, si eres un escritor/letraherido, vives en Barcelona y te da por hacer un blog, escribirás sobre paradojas semióticas, intertextualidad, fusión de géneros, postmodernidad narrativa, metaficción y autoficción.

Ya lo dijo Marshall McLuhan: «El medio es el mensaje». La mayoría de la gente piensa que ese «medio» de la frase mcluhaniana era un medio o soporte de comunicación, pero yo creo que se refería al medio natural. El medio del primer escritor/letraherido es Calahorra, luego su mensaje es Calahorra. El medio del segundo escritor/letraherido es Barcelona, luego su mensaje es Barcelona.

¿Por qué no hay escritores/letraheridos en Calahorra que escriban sobre paradojas semióticas, intertextualidad, fusión de géneros, postmodernidad narrativa, metaficción y autoficción? Porque, en el mejor de los casos, acabarían en el pilón. Y, en el peor, colgados junto a los galgos.

¿Y por qué no hay escritores/letraheridos en Barcelona que escriban sobre los atardeceres de los campanarios, el sonido que hacen las cigüeñas (como se llame lo que hagan las cigüeñas, aparte de cagar zurullos del tamaño de un niño) y el rumoroso rumor que rumorea en los rumores rumorosísimos que rumisquean en la rumorosa mañana? Porque acabarían en un sitio mucho peor que el pilón: la casa de la cultura de Castelldefels o el salón de actos del Centro Gallego de L’Hospitalet. En cualquier caso, muy lejos de la programación cultural de la librería La Central y vetado en los saraos del CCCB.

Javier Avilés, digámoslo ya, tiene un nombre que podría pasar por el de un escritor/letraherido de Calahorra, pero es un escritor/letraherido de Barcelona. Y esto es meritorio: en Barcelona tienes que tener un apellido compuesto y con guión o dos k en el nombre para ser un escritor/letraherido de ley. Llamarse Javier Avilés es un handicap grande: los del CCCB saben que un nombre así no luce bien en su cartelería. Javier, ni siquiera Xavi, y Avilés, con esa hiriente tilde aguda que suena como un portazo asturiano, como un martillazo en un astillero, proletaria y ruda.

Pero nada es imposible en la ciudad de Gaudí (Gaudí, eso sí que es un nombre para Barcelona, suena casi extranjero, casi francés, se puede vender en Nueva York sin que parezca mexicano), y hasta un Javier Avilés puede llegar a lo más alto del parnaso si se lo propone.

Avilés tiene un blog, llamado . Y resulta que ese blog lo lee Vila-Matas. Eso no es noticia: Vila-Matas lee todos los textos donde le citan. De hecho, está leyendo éste ahora mismo: hola, Enrique, muy buena Dublinesca, insuperable, magistral. ¡Y la compré con mi dinero y todo! 19 eurazos me costó, que ya os vale, con lo mal encuadernada que está. Esto… que soy un joven escritor que busca padrino y tal. Si te interesa, consumo poco y no tengo muchos kilómetros. Te hago un precio.

En fin, que Vila-Matas lee . Pero no sólo lo lee. Vila-Matas va y comenta. Y se enreda en discusiones meta y autoficcionales con Javier Avilés. Y Javier Avilés dale que te pego a la postmodernidad literaria y a la imposibilidad de narrar y a que si Cervantes esto y a que si Pessoa lo otro y a que si Kafka lo de más allá. Y así, discute que te discute, Javier Avilés acabó componiendo un libro que no tenía título. ¿Pero quién quiere un título teniendo a un Vila-Matas? Don Enrique acudió al rescate y le sugirió que lo titulase Constatación brutal del presente (Libros del Silencio).

Es una frase del libro. El problema es que la frase aparece en las primeras páginas, muy al principio. Coño, Vila-Matas, escoge una frase que esté en la página 82. O en la 103. Que parezca que te lo has leído entero.

En fin, no importa: Vila-Matas acierta siempre, es infalible. Y con la elección del título no ha hecho una excepción. Es un título perfecto para mantener alejado al vulgo, un título para hablar entre mayores. Entre escritores mayores.

Lo diré para despejar dudas: Constatación brutal del presente me ha gustado. Mucho incluso. Pero dudo que sea literatura. ¿La reflexión sobre la literatura es literatura? ¿La metaliteratura es literatura? No sé dónde está el límite, la verdad. Sé que en el libro hay una trama lo bastante dibujada y unos personajes lo suficientemente redondos para etiquetarlo en el epígrafe de ficción narrativa, pero no sé si lo bastante dibujada ni lo suficientemente redondos como para merecer el calificativo de novela.

No voy de purista ni de pureta. No es eso. Simplemente, me pregunto si los artefactos narrativos postmodernos suponen la tan anunciada muerte de la novela o, simplemente, son un género narrativo nuevo (relativamente nuevo) que debe ser juzgado con otros baremos. En este caso, no supondrían amenaza alguna para la novela, pues discurrirían por un camino paralelo.

Porque estos libros empiezan a ir más allá de la mezcla de géneros y de la confusión del ensayo, la novela y el cuento. Tienen algo de tratado filosófico y algo de juguete intelectual y puede atisbarse en ellos algo parecido a un canon: tienen modelos que imitan (en España, Vila-Matas es referente) y una poética cada vez más definida.

Constatación brutal del presente es un libro para escritores y para chalados de la literatura. Es droga dura para iniciados, para quienes gustan de marear la perdiz y se preguntan qué sentido tiene esto de narrar historias, a quién puede interesarle, por qué las narramos como las narramos y si son útiles para comprender la realidad. Y aún más: si eso que llamamos realidad lo es de verdad, y si hay alguna forma literaria de aproximarse a ella, no ya de aprehenderla o de interpretarla o de transformarla. Simplemente, de aproximarse, de constatarla.

Todo el libro está atravesado por una referencia insoslayable: Stanley Kubrick, que en 2001 también se planteó (nos planteó) muchas de estas cuestiones. Rodrigo Fresán, en su última novela, El fondo del cielo, también se refiere mucho a Kubrick.

Con lo olvidado que parecía el pobre Stanley.

Pero yo, mientras lo leía —y con todos mis respetos a Kubrick, cuyo cine sigo defendiendo ante el desprecio miserable de mi señora: a mí me sigue emocionando ese astronauta atrapado en Júpiter o más allá del infinito— pensaba en F For Fake, un falso documental de Orson Welles sobre el mayor falsificador de la historia del arte. Un juego de espejos, un juguete intelectual sobre el concepto de verdad en el arte. Especialmente, porque uno de los hilos (más que leitmotivs) de Constatación… es un documental titulado Sigma 2, que denuncia un fraude masivo y demuestra que algo que todo el mundo cree que sucedió no pasó en realidad.

En definitiva, un artefacto literario propio de Barcelona. Si a alguien de Calahorra se le ocurre escribir algo así lo tiran del campanario.