COMO EN CASA, EN NINGÚN SITIO

** Este cuento se publicó en agosto en unas páginas especiales de Heraldo de Aragón. Me lo encargó Antón Castro y no llegué a verlo publicado por circunstancias que muchos entenderán. Además, cuando apareció —ignoro la fecha, pero estará en la hemeroteca—, yo estaba en el extranjero, y luego me olvidé de él. Hoy, poniendo en orden mis facturas, ha reaparecido este texto y me ha apetecido compartirlo con vosotros.  Gracias de nuevo a Antón por pensar en mí y en mis cosillas.

Repasa de nuevo el salón y enumera por cuarta vez todo lo que no va a poder llevar consigo: la foto de Hemingway bebiendo lo que él siempre ha querido ver como un ‘dry martini’, con un garabato ilegible que deja creer a las visitas que es una dedicatoria a su padre; los carteles turísticos de Senegal que le regalaron en Fitur; el ‘hiyab’ comprado en la Feria Intercultural de Getafe, pero que oficialmente es el souvenir que una amante olvidó en la moqueta de su habitación del Hotel Laleh de Teherán, antes de huir perseguida por la triunfal revolución de las barbas; la alfombra, regalo de un joven Sadam Husein en gratitud por la mejor entrevista que ningún occidental le hizo, siempre que nadie reparara en el piquito de tela blanca donde, antes de ser recortado, se leía ‘made in Taiwan’, o el samovar que, según un relato que se iba enriqueciendo con los años, alivió la soledad de Lenin mientras viajaba a Petrogrado para tomar el poder en nombre de los soviets.

Más de una vez, los objetos han estado a punto de traicionarle. Cuando aquel listillo cuestionó la autenticidad del salvoconducto que le firmó Deng Xiaoping y dijo que era el menú de un restaurante chino de Blanes. O cuando aquella estúpida azafata aseguró que tenía en su casa una máscara egipcia idéntica a la que él había recibido como obsequio de manos del mismo Nasser. Por suerte, ninguno de los dos vivió para contarlo, pero el desastre estuvo a punto de consumarse. Como ahora, que ya no tiene remedio.

Le gustaría llevarse algunas piezas, pero no tiene tiempo. Ha de hacer una maleta pequeña y huir. Por primera vez en su vida, va a viajar de verdad, va a recorrer los países sobre los que ha escrito tantos libros. Ya no se va a encerrar en casa con muchas latas de conserva, tres buenas enciclopedias y unas novelitas eróticas para dar color exótico y picante a los párrafos. Ahora probará en su piel las ciudades y las gentes a las que tantos adjetivos ha puesto. Su pasaporte, al fin, va a tener los sellos que le faltan.

Y ahora que están a punto de descubrir su farsa, recuerda por qué no viajó nunca, y siente la angustia por lo extraño, el vértigo de los aviones, la desolación de la lejanía. Con la puerta abierta y la mirada fija en los falsos recuerdos, se pregunta por qué se hizo escritor de viajes, si como en casa no se está en ningún sitio.

Una respuesta a COMO EN CASA, EN NINGÚN SITIO

  1. Me ha gustado mucho Sergio , gracias por compartirlo ….

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