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DANDO LA BRASA

Mañana, miércoles, a las 10 de la madrugada, estaré en el Centro de Historias de Zaragoza, donde se celebran las primeras Jornadas Aragón, Comunidad Cultural, que organiza el colectivo +Cultura, que ha tenido la gentileza (o la terrible equivocación) de invitarme a participar. Las jornadas empiezan hoy, la entrada es gratuita (previa inscripción), pero mi número actúa mañana. Podéis consultar el programa pinchando aquí. Este es el plan previsto en mi sesión:

10:00- 13:00 CUARTA SESIÓN
Cultura y comunicación.  ¿Pueden los medios contribuir a un mejor conocimiento de las prácticas culturales y al mantenimiento y la ampliación de públicos con información de calidad?

Ponentes:

  • Ignacio Bazarra, Cultura Agencia EFE. Madrid
  • Carmen Ruiz, Directora de informativos radio y televisión CARTV, poeta
  • Sergio del Molino, periodista y escritor
  • Melania Bentué, periodista, conocedora de la experiencia informativa 2.0
  • Cristina Fallarás, escritora, periodista, editora a través de Internet
  • Chuse Fernández  Cotenax, coordinador TEA FM, Taller de Radio Creativa
  • Mercedes García Ucelay, periodista especializada en economía y empresa

Presentador y Moderador: Miguel Angel Yusta. Asociación Aragonesa de Escritores.
Relatores:  Iguacel Elhombre. Presidente de PROCURA. Profesionales de la Cultura en Aragón,  Stéphanie Tirloy,  miembro de +Cultura y Alfonso Plou,  Escritor y dramaturgo

Me encanta, porque soy el que lleva el rótulo más anodino y generalista, y me parece estupendo. En realidad, me hubiera encantado que me presentaran como Sergio del Molino, científico y santo. O: Sergio del Molino, épico comensal de El Boñar de León, donde, en una ocasión, a punto estuvo de terminar uno de sus pantagruélicos cocidos. Pero no coló ninguna de las dos.

Somos tres hombres y tres mujeres, una mesa paritaria. Yo intentaré no ser muy brasas y participar en el debate, que lo que mola de estas cosas es que los ponentes discutan y se peguen. Somos todos muy educados, y a esas horas estaremos sobrios, pero aún así confío en que haya algo de tensión. Espero, en cualquier caso, que lo pasemos bien. Hablaré en serio, lo prometo. Muy en serio, pero con amenidad.

VADILLO, EL REDENTOR

¿Me permiten ustedes que distraiga el tedio y la tristeza de este insoportable  midsummer escribiendo sobre la actualidad? Hace mucho que no lo hago y me apetece comprobar si sigo siendo capaz de hilvanar dos ideas con sentido. Además, voy a hablar sobre actualidad local o autonómica, algo a lo que tampoco me dedico con mucha frecuencia ni entusiasmo. Pero la ocasión lo merece.

Mientras en casa vadeábamos ríos de horror conradiano en busca de nuestro particular coronel Kurtz, en el mundo cultureta aragonés estallaba una tormenta de verano de intensidad media. Bien es sabido que el PP ha desalojado al PSOE en el Gobierno de Aragón, que controlaba en coalición con el PAR desde 1999. Luisa Fernanda Rudi formó su ejecutivo con los primeros calores veraniegos y nombró consejera de Cultura a Dolores Serrat, una política bregada y fiel al partido que había sido su portavoz en el Ayuntamiento de Zaragoza durante los últimos años. Serrat debía nombrar a los dos directores generales que gestionan las dos grandes áreas de su competencia: Patrimonio y Cultura. Para el primero, escogió a Javier Callizo, un polémico ex consejero de Cultura bajo cuyo mandato empezó uno de los culebrones más vergonzosos y escandalosos de la historia reciente de Aragón, el del Teatro Fleta: un edificio de altísimo valor arquitectónico y simbólico que fue destruido y en el que se han dilapidado cientos de millones de euros en operaciones turbias sin que, más de una década después, se haya llegado a una solución.

Colocar a Callizo de director general de Patrimonio ya era algo así como poner a Nerón a dirigir los bomberos. Pero el nombramiento que más polémica ha causado ha sido el de director general de Cultura. Para este cargo, Dolores Serrat ha confiado en Humberto Vadillo, un personaje poco conocido hasta ahora fuera de los círculos peperos, pero muy significado ideológicamente.

Hasta aquí los antecendentes para foranos.

Humberto Vadillo es colaborador de Libertad Digital y era muy activo en el mundo de los blogs y las redes sociales. Y es en internet donde la gente ha leído sus opiniones sobre los asuntos que, como alto cargo responsable del diseño, planificación y gestión de las políticas culturales del Gobierno de Aragón, va a tratar y sobre los que va a tener —o tiene ya— poder de decisión.

Como Daniel Gascón ha escrito en un artículo muy medido y razonable sobre el tema, Vadillo es un hooligan, uno de esos personajes a los que ciertas cadenas de radio y TDT nos han acostumbrado en la última década. Hay veces que sus opiniones ni siquiera parecen tales y no pasan de ocurrencias ofensivas o ladridos desentonados. Niega con supuestos chistes la existencia de la lengua aragonesa, y cuestiona, contra toda prueba filológica, que se hable catalán en Aragón, pero lo más importante es que secunda o jalea ese runrún machacón contra los titiriteros. Desprecia a los artistas, a los músicos, a los cineastas y a los escritores, y por sus artículos (¡sobre cultura!) en Libertad Digital se puede deducir que ignora por completo cualquier manifestación cultural contemporánea y que, para él, el arte murió con las vanguardias históricas.

Su forma de despreciar el mundo de la cultura es grosera y altanera, más propia de un taxista o de un legionario retirado que de alguien que aspira a ser tomado en serio en ámbitos de responsabilidad. Y todas sus opiniones han sido expresadas con contundencia y reiteración desde mucho antes de su nombramiento, por lo que los ciudadanos hemos de entender este como una declaración de intenciones por parte del Partido Popular. Como casi siempre, el medio es el mensaje: cuesta mucho creer que Dolores Serrat o Luisa Fernanda Rudi no estuvieran al tanto de las aristas del perfil de Humberto Vadillo antes de proponerle para el cargo que ocupa. Pero, si no lo estaban y aspiran a que los ciudadanos en general y los culturetas en particular nos creamos que van a gestionar la res publica con seriedad, respeto y sentido del decoro, harían bien en rectificar este nombramiento y buscar a una persona competente, razonable y que sea capaz de sostener opiniones fundadas y sensatas sobre las materias que va a gestionar. Seguro que no falta gente así en las filas del partido o en sus aledaños. A mí, sin pensar mucho, se me ocurren varios nombres que serían bien recibidos.

Por otro lado, el nombramiento de Vadillo ha venido acompañado por una investigación abierta al Festival Luna Lunera, sobre el que el PP asegura tener sospechas de varias irregularidades en su gestión. Que se investigue y que se depuren las responsabilidades que hagan falta, por supuesto. Con el dinero público no se puede jugar ni un poco. Pero no deja de sorprenderme que, habiendo tantos frentes posibles por donde atacar, el PP haya decidido empezar por cuestiones culturales de muy poca enjundia. Habiendo aeropuertos sin aviones, empresas públicas de oscuro funcionamiento, asesores muy bien pagados de ignota función y operaciones especulativas a gran escala y más bien turbias sobre las que no se da ninguna explicación, extraña que empiecen a morder por trozos tan periféricos y prescindibles.

Será que les tenían ganas a los titiriteros. Será que han visto llegado el momento de cobrarse su venganza o de dar a sus hooligans un poco de carnaza para que se entretengan un rato. Una parte no despreciable de la base electoral del PP gozará viendo sufrir a esa farándula que se figuran hipersubvencionada, decadente y sodomita. Aplaudirán el castigo a Nabucodonosor y clamarán por una limpieza bíblica y ejemplar.

No seré yo quien defienda sin peros un mundo cultural que, efectivamente, ampara a individuos y prácticas eminentemente corruptas o, cuando menos, parásitas de las instituciones públicas. Creo que es necesario un cambio valiente y profundo en la forma en que el gobierno autonómico (o los gobiernos autonómicos, no creo que haya mucha diferencias de unos a otros) se relaciona con el mundo de la cultura y lo promueve o subvenciona. Hay mucho trabajo por hacer y muchas inercias enfermizas y caciquiles que podar, pero precisamente porque el trabajo es complicado y exige sondas de profundidad, no se puede encargar a alguien que carece de la sensibilidad y las habilidades políticas y sociales necesarias. No necesitamos a un hooligan, sino a personas discretas, competentes y trabajadoras, que conozcan a fondo el terreno que pisan y sepan desactivar las minas que hay en él. Necesitamos artificieros, no bombarderos.

Sólo nos queda confiar en que, pasado el entusiasmo inicial tras las elecciones, el PP se reacomode como el partido convencional y perpetuador del sistema que es cuando gobierna (o cuando lo hace sin presiones). Nos queda confiar en que se rindan a la realidad y que esas mismas inercias se acaben imponiendo a los ladridos de quienes nos quieren salvar de nosotros mismos. Porque yo sigo prefiriendo un sistema corrupto, imperfecto y perfectible que una utopía diseñada por redentores de espada y puño en la mesa.

RECONOCIMIENTO

*** Este texto es mi aportación al libro-cd Canto a la libertad. Un himno para un pueblo, editado por el Rolde de Estudios Aragoneses. Es parte de la iniciativa legislativa popular para reclamar que el Canto a la libertad de José Antonio Labordeta sea reconocido oficialmente como himno de Aragón. Tuve el honor de ser uno de los escritores invitados para participar en el proyecto. El libro-cd está a la venta desde el 9 de junio.

Yo no sé de místicas nacionales ni de destinos manifiestos. Yo no sé de épicas ni
de pueblos dignos ni de solares machacados. Yo no sé de tiranías ni de libertades. Tampoco de himnos. Pero sí que he aprendido un poquito de la condición humana, y desde esa ínfima experiencia íntima quiero reclamar que el Canto a la libertad ponga música al Aragón oficial e institucional.

Esa canción, para mí, tiene carne: la de un hombre que se instaló en Madrid poco después de terminada la guerra civil. Un hombre que trabajó toda su vida en lo que al principio era un prometedor negocio de paños y acabó siendo El Corte Inglés. Un hombre que echó raíces en Madrid, que se hizo más gato que los gatos, que tuvo tres hijos en lo más castizo de la capital, que habló achulapado sin rastro alguno de su habla natal y que vivió en un barrio cuyas calles y sitios se nombraban en todas las zarzuelas.

Un hombre nacido aragonés que quiso mantener vivos los lazos con su tierra natal, pero no encontraba asideros para agarrarse: la exacerbación pilarista, la apropiación nacionalcatólica del folclore, la banalización de toda su cultura natal por parte de un sistema político brutal y sanguinario eran barreras insalvables para él. Ese hombre no reconocía su Aragón entre tanto baturrismo y tanto calzón prieto. Su Aragón estaba hecho de gitanos en el Gancho y de piraguas en Helios, de cervezas en Los Espumosos y de paseos por el Parque Grande.

Fue en los setenta, ya muy viejo, cuando ese hombre se reencontró con una parte de Aragón que le era propia y reconocible: la que escuchó en los discos de Labordeta y de La Bullonera, la que hablaba de un mundo familiar. Perdido para él, pero invocado con fuerza en la garganta recia de un tal José Antonio, cuya voz hacía sonar por las tardes en su piso de gato del barrio de Embajadores de Madrid. Ese hombre era mi abuelo. Y si él pudo reconocer en el Canto a la libertad el lugar del que un día se marchó, todos los aragoneses, incluso los aragoneses de adopción como yo —que soy un aragonés de ida y vuelta—, podemos reconocernos en sus estrofas.

QUÉ GUIÓN PARA BERLANGA

En un vistazo rápido, veo que ABC es el único medio nacional que ha recogido la noticia de que la aerolínea Pyrenair ha dejado de operar en el aeropuerto de Huesca. Me sorprende, porque se puede hacer mucha sangre. Qué guión podría haber aprovechado Berlanga aquí.

Recapitulo para no aragoneses y para aragoneses desmemoriados.

Hace cuatro años Aena inauguró un moderno aeropuerto en lo que hasta entonces era un modesto aeródromo de aficionados en el paraje de Monflorite, en las cercanías de Huesca. Se le llamó Aeropuerto Huesca-Pirineos, y a la obligada pregunta de para qué cojones querían los oscenses (45.000 habitantes la capital; apenas 200.000 la provincia) un aeropuerto, la propaganda institucional autonómica respondió que para qué iba a ser: ¡para traer esquiadores! Al parecer, había cientos de miles de ejecutivos riquísimos que estaban deseando terminar su consejo de administración de los viernes en Madrid, Londres o Tokio y subirse a un avión rumbo a Huesca con los esquíes sin facturar, como equipaje de mano, para no perder tiempo y tirarse por la pista según bajaban del avión. Se hablaba incluso de servicios VIP de helicópteros que recogerían a estos estresados hombres de corbata y los subirían a lo alto de Cerler o Candanchú desde la misma pista del aeropuerto.

Veréis cómo esto se convierte en Suiza en dos patás. Id montando los restaurantes de lujo e id a Ucrania a buscar unos cuantos autobuses de putas buenas y caras, que en dos inviernos está esto lleno de ricachones soltando billetes de 500 a los aparcahelicópteros.

Se creó una compañía de nombre inequívoco: Pyrenair, que empezó volando desde Londres y todo, y poco a poco fue achicando su lista de destinos. Era vox populi que muchos de sus aviones volaban vacíos o con uno o dos pasajeros, pero no sé cómo lograron evitar que trascendiera el fiasco, y temporada tras temporada se facilitaban unas cifras falsas y prometían crecer no sé cuánto por ciento con respecto al invierno anterior (¿cuánto es el tanto por ciento de cero?).

Hasta que la situación se hizo insostenible, los proveedores exigieron el pago de sus facturas y Pyrenair tuvo que admitir que no tenía liquidez, que en su caja registradora no había ni telarañas porque las habían empeñado. Ahora ha anunciado el cese de su actividad en Huesca.

¿Qué significa esto? Que, ahora mismo, los oscenses tienen un hermoso y novísimo aeropuerto en el que no despega ni aterriza ningún avión y en el que no opera ninguna compañía.

Es precioso, eso sí, y la señora de la limpieza está encantada de poder pasar la mopa sin tener que apartar maletas o pedir a los corrillos de pasajeros que levanten los pies. Además, esto ofrece un nuevo escenario a los cazadores de psicofonías, que disponen de otro edificio para pasar la noche con sus grabadoras. Siempre hay gente que sale beneficiada con estas noticias.

¿Cuánto ha costado a los aragoneses y a los españoles —la obra y su gestión son competencias del Ministerio de Fomento— el capricho aeronáutico de un par de prebostes?

Si el Estado de Derecho fuera tal, ahora mismo se abriría una comisión de investigación en las Cortes de Aragón para determinar quién impulsó y llevó a cabo este despropósito y exigiría las oportunas responsabilidades políticas. Si el Estado de Derecho fuera tal, los culpables de esta situación deberían quedar inhabilitados para ejercer cargos públicos. Si el Estado de Derecho fuera tal, existirían los mecanismos democráticos y parlamentarios adecuados para frenar estas cacicadas.

En muchos aspectos, el Estado de las Autonomías me parece cada vez más un potenciador de neocaciquismos. Su debilidad institucional, que proviene de ser un federalismo a medias y sin definir, favorece la emergencia de reyezuelos, que la mayoría de las veces no logran reunir los votos suficientes para gobernar, ni tan siquiera para ser una oposición creíble, pero sí  lo bastante numerosos como para otorgar mayorías a los partidos grandes. El caciquismo se hace fuerte en ellos. Nunca ganan unas elecciones, pero siempre gobiernan y fuerzan proyectos insensatos en nombre de un desarrollismo caduco e indefendible. Se creen déspotas ilustrados, y en nombre de su tierra, la reparten entre sus amiguetes.

Nadie se tragó el cuento de los esquiadores millonarios que iban a convertir el Alto Aragón en la nueva Suiza, pero se les dejó hacer. Nadie les paró los pies. Unos por interés, porque son deudores de sus favores, y otros, por desidia o por incapacidad.

En Aragón, el inventario de cacicadas está dejando ya demasiados costurones en el mapa. Sólo repaso unos pocos que me vienen a la mente, con una breve contextualización para foranos y desmemoriados:

  • El balneario de Panticosa, un conjunto patrimonial público de valor histórico incalculable, propiedad del Ayuntamiento de Zaragoza, destrozado por una constructora que presentó suspensión de pagos después de montar un complejo de lujo (en lo que eran unas termas sociales) firmado por Norman Foster.
  • El circuito de Alcañiz, con edificios del mismo Foster, que está por ver qué va a pasar con él, pero pinta como otro capricho de faraones de bolsillo.
  • El teatro Fleta de Zaragoza: un espléndido auditorio de estilo racionalista que ha sido completamente destrozado y, tras 12 años de obras y cientos de millones de euros gastados en varios proyectos fantásticos e irrealizables, sigue cerrado y sangrando el presupuesto autonómico. Sólo el escándalo del Fleta debería haber hecho caer algún gobierno.
  • Con dolor lo diré: lo que fue la Expo de Zaragoza, va para tres años y los edificios siguen muertos de risa, superando las profecías de los más agoreros.
  • El aeropuerto de Caudé, en Teruel. Sí, señores, Teruel no existe, pero tiene aeropuerto. Está acabado, pero no se puede inaugurar porque no hay compañías interesadas en operar en él (¿a alguien le extraña?).

La lista es estrambótica y da mucha vergüenza ajena. A sus responsables, en cambio, no parece causarles la menor incomodidad. Ahí seguimos, inaugurando aeropuertos fantasma y hormigonando valles pirenaicos.

Qué guión para Berlanga.

POLLOS AL A’ST

Hace un tiempo dimos una noticia en el periódico donde echaba las tardes: la última casa de Goya que quedaba en Zaragoza, amenazada de ruina.

Tachán, tachán.

Se nos puso a todos esta cara:

¡No puede ser, cobarde de la pradera! ¡Hay que salvar esa casa in-me-dia-ta-men-te! Qué pérdida para el patrimonio, para nuestra cultura, para nuestros niños. ¿Es que queremos que nuestros hijos vivan en un mundo sin casas que fueron habitadas por Francisco de Goya y Lucientes? ¿En qué nos hemos convertido?

Así estábamos todos, rasgándonos las vestiduras (de H&M, pero compradas con cariño) y pidiendo la cabeza del director de Patrimonio y de Zapatero si no se ponía remedio en el acto, cuando una compañera —y, sin embargo, amiga— gritó:

—Mecagüenlaleche. ¿Es esa casa de la plaza de San Miguel? ¿La que tiene un garito de pollos a l’ast en los bajos? Mecagüenlahostiaputaenvinagre. Mira, como me cierren el sitio de los pollos por culpa de la mierda de Goya, me voy a cagar en las pinturas negras. Con lo que me gustan a mí los pollos de ese sitio.

Efectivamente: en la última casa de Goya que queda en pie en Zaragoza hay una tienda de pollos a l’ast. Perdón: de pollos al a’st, pues así lo anuncia el letrero, con la diéresis puesta cual brochazo goyesco allí donde buenamente ha caído. Esta circunstancia escandaliza a muchos prebostes y a muchos escandalizados profesionales. Qué infamia para la memoria de don Francisco tener toda la casa apestada a base de pollo asado y patatas panadera (y croquetas de cocido los martes).

Pero yo, claro está, estoy con mi amiga: como le quiten el sitio de los pollos al a’st para poner una tienda de recuerdos goyescos en una casa-museo ad hoc, también me cagaré en el retrato de la familia de Carlos IV.

Me encanta que hayan desaparecido las casas de Goya en Zaragoza y que la que queda en pie huela a pollo. Una de las cosas que más me gustan de esta tierra es que no está llena de reliquias, que aquí no se venera nada, que se puede ir por la calle sin pisar tumbas ni hacer reverencias.

La sociedad aragonesa tiene una sana aversión a lo sagrado de la historia. Eso redunda en un patrimonio magro, arruinado o malvendido, pero propicia un ambiente agradable y desintoxicado, poco proclive a la bronca y a la procesión.

Aquí no se venera nada. Los santuarios se construyen fuera. Y eso, a pesar de la machacona insistencia por crear santos culturales, agudizada por la candidatura de Zaragoza 2016. A mí me enferma. Cada vez que oigo mencionar a Buñuel, Goya, Ramón y Cajal, Ramón J. Sender, Gracián y los Hermanos Argensola, me entra hambre de pollo al a’st.

¿Que los aragoneses no valoran su pasado, que lo ignoran y desprecian? Afortunados ellos. Afortunados nosotros. Los hay que no pueden caminar de tan cargado de historia que llevan el petate.

Vivan los pollos al a’st.

¡ENHORABUENA, TITIRITEROS!

Los premios, que son algo que me suele dejar frío, de vez en cuando dan alegrías. De las buenas. Yo me he alegrado mucho cuando ha saltado la noticia de que Los Titiriteros de Binéfar han ganado el Premio Nacional de Teatro Infantil y Juvenil. De verdad, me he emocionado y me he llevado un alegrón.

Los Titiriteros y Paco Paricio se merecen todos los premios del mundo. Por millones de razones.

Por la pasión que le echan a su oficio y el talento que han demostrado siempre.

Por trabajar a pie de obra, sin dar lecciones, sin pontificar, con humildad artesana, sin ínfulas de gurús baratos.

Por tratar a los niños sin condescendencia, por jugar con ellos como iguales y divertirse con ellos tanto o más de lo que ellos se divierten con sus montajes, y por cuidar sus espectáculos tanto y tan bien.

Por llevar el nombre de su pueblo en la compañía, reivindicando siempre su condición y sus raíces, cultivándolas y renovándolas, bebiendo de un legado que se remonta a siglos atrás, y por demostrar que no hace falta estar en Nueva York para estar a la altura de lo que se hace en Nueva York.

Por despertar tantas pasiones en tantos niños y en algún que otro adulto.

Por El hombre cigüeña, por Dragoncio y por La fábula de la raposa.

Y porque son una gente estupenda, rara y preciosa. Porque hay que mimar mucho a aquellos que se dedican a hacer felices a los demás.

Espero que este premio, y los otros muchos que les tienen que conceder aún, sirvan para darles empuje unos cuantos años más, para que Paco Paricio retrase todo lo que pueda su jubilación y mi hijo Pablo pueda disfrutar así del Hombre Cigüeña y de Dragoncio. ¡Aguantad muchos años, por favor, que los recién paridos os necesitaremos dentro de poco!

Enhorabuena de corazón. Y que dure.

ACCIDENTES DE NACIMIENTO

Tengo muchas manías lingüísticas, y cuanto más crezco, más tengo. Una de las menos comprendidas es mi odio visceral a la expresión nacer accidentalmente, que los hagiógrafos de solapas y contraportadas de libros emplean con alegría y profusión, como si les pagaran más por ello.

Sí que me gusta mucho una expresión inglesa muy parecida y que los traductores a la violeta suelen confundir con la de nacer accidentalmente: accident of birth. Literalmente, accidente de nacimiento. Coloquialmente, hace alusión a atributos o desgracias que le vienen de serie a la persona por razón de nacimiento: la religión, los idiomas maternos, una mentalidad puritana, habilidad para las matemáticas si tu padre es un premio Nobel… También la he visto usada, en un ámbito todavía más coloquial, como sinónimo de trasto o bala perdida: This kid is an accident of birth, puede decir una abuela ante un chaval que siempre está castigado en el cole, lo que podría traducirse por “Este chico no tiene remedio”.

Me gusta accident of birth porque emplea un símil geográfico. Presupone que nuestra persona es un territorio por explorar, y en él puede haber ciudades, carreteras y puentes (que construimos nosotros artificialmente), pero también fallas, simas, cordilleras y mares (que son accidentes geográficos de nacimiento). Es bonito, no me lo negarán.

La expresión nacer accidentalmente, en cambio, no sólo no es evocadora, sino que muestra cierto cerrilismo y mucho aldeanismo. Accident of birth es una expresión que se abre y despierta a muchas posibilidades literarias. Nacer accidentalmente es cerrada, restringe y pretende imponer una visión de la historia.

Me explico.

Las biografías de Julio Cortázar empiezan: “Nació accidentalmente en Bruselas”. Las de Edgar Allan Poe: “Nació accidentalmente en Boston”. Las de Ramón y Cajal escritas en Aragón dicen: “Nació accidentalmente en un pueblo de Navarra”. Las que se escriben en Navarra, en cambio, empiezan: “Nació en un pueblo de Navarra”. Las de Picasso arrancan: “Nació en Málaga”, sin accidentalidades ambas.

¿Qué hace que un nacimiento sea accidental? Puede ser accidentado: en un parto pueden ocurrir mil cosas, y no todas buenas. Pero que el nacimiento sea totalmente accidental suena extraño.

¿Qué tiene de accidental que tu madre se ponga de parto y nazcas tú? Nada, es un hecho biológico de lo más normal, el final esperable de todo embarazo. Por circunstancias que no creo tener que explicar, lo habitual es que nosotros nazcamos en el mismo lugar en el que se encuentra nuestra madre en el momento del parto. Quizá un físico, agujeros negros y curvaturas del espacio-tiempo mediante, podría explicar que la madre estuviera en una ciudad en el momento del alumbramiento y el niño naciera en otra, pero yo no conozco casos de esos. Iker Jiménez a lo mejor sabe de alguno.

El adverbio accidentalmente no se emplea con inocencia. Pretende demostrar algo. Pretende demostrar que Cortázar, pese a haber nacido en Bruselas (que era donde se encontraba su madre, con su útero y su vagina incluidas, en el momento en el que al chico le dio por nacer), es argentino de toda argentinidad. Sin duda ninguna. Pretende demostrar que Edgar Allan Poe, pese a haber nacido en la más estirada  ciudad del norte yankee, fue un caballero sureño de apostura sureña. Pretende demostrar que Ramón y Cajal fue aragonés hasta más allá del tuétano. Y cuando, en el caso de Picasso, no se añade el accidentalmente, pretende demostrar que, pese a haber vivido casi toda su vida en Francia -e incluso haber hecho trámites para obtener la nacionalidad francesa- fue más malagueño que ir en Vespino sin casco.

El uso implica apropiación, y es muy importante para quienes escriben las historias mirando el terruño. El adverbio accidentalmente busca reducir la complejidad y servir a la idea del destino. Cortázar estaba destinado a nacer en Argentina, y sólo un accidente coyuntural y mezquino pudo desviarlo de su glorioso destino. Pero lo cierto es que, bien mirados, esos accidentes nunca son tales, sino el fruto de decisiones y elecciones tomadas por sus padres. Uno no vive en Bruselas por accidente: vivirá por necesidad, por obligación, por querencia a la buena cerveza o por ganas de aprender la lengua de los valones. Siempre habrá un motivo o una razón.

Por accidente se pueden concebir hijos. Basta un alfiler, un poco de alcohol y unas buenas dosis de inconsciencia y calentura adolescentes. Parirlos por accidente resulta ya bastante más complicado.

De mí, por ejemplo, podrían decir que nací accidentalmente en Madrid, pero que canto jotas como José Oto y me como los bocatas de ternasco de Aragón a pares. O podrían decir lo contrario: pese a vivir buena parte de su vida en Aragón, siempre aspiró las eses antes de consonante y fue incorregiblemente laísta, rasgos ambos del habla madrileña heredados de su malhablada madre, que también fue accidentalmente madrileña (como su abuela y sus bisabuelos). Si añadimos al cuadro que el catalán es mi segunda lengua materna debido a una infancia de mar y playa en Valencia, el galimatías se complica muchísimo más. Sería divertido, si alguna vez hago algo digno de ser enciclopediado, ver cómo se pelean por mí los hagiógrafos madrileños, aragoneses y valencianos. A ver quién se llevaba el gato al agua.