A ustedes y a mí, lo que nos pone bien puestos puede ser algo como esto:

O algo como esto:

Incluso, no voy a juzgar los gustos inguinales de nadie, puede que le ponga esto:

Si está en uno de esos tres grupos es porque usted no es periodista. Porque, si usted es un periodista de verdad, lo que le pone palote sin remedio es esto:

Para un periodista de verdad no hay nada más erótico que la corbata de un diputado o ministro.
Dicen que los periodistas son esos tipos que corren hacia el lugar del que huye la gente. Ja.
Dicen también que descubren los abusos de los poderosos, que desafían al establishment, que son el cuarto poder o asín. Ja y rejá.
¿Saben cuál es el problema de las definiciones y metáforas sobre los periodistas? Que las han escrito los propios periodistas. Por eso nunca les oirán decir que un periodista es ese bulto que asoma tras el culo de todo político.
A los periodistas de verdad les pone palote el poder. Un secretario de Estado se las ponen morcillonas. Un ministro consigue una erección viágrica, y un vicepresi como Rubalcaba hace que se corran antes de bajarse los pantalones. De presis ya no hablamos. Eso son amores platónicos. Con ellos sólo pueden hacerse pajas: los presis sólo admiten en su cama a unos poquitos periodistas. Tan poquitos, que los periodistas de verdad renuncian a estar entre ellos. No merece la pena el esfuerzo.
La poderfilia es una desviación muy guarra y obscena, absolutamente incomprensible para los que no somos periodistas de verdad. Porque el poder, como sabemos todos los que no somos periodistas de verdad, se compone de señores con bigote, dientes de oro y aerofagia. El poder se compone de caciques que firman con una X y dicen “me se fue la mano” y “¿ande está el cagódromo, que me vengo jiñando ende Albacete?”. El poder es un sitio lleno de pedos, analfabetos y sobres de antiácido.
El poder, amigos, es un sitio muy desagradable poblado por gente abyecta. El poder huele mal a pesar de los perfumes de mil euros el frasco que gastan los políticos.
Pero a los periodistas de verdad les pone. Les encanta sentirse dentro de esa cochiquera, oler los sobacos de los concejales y ver de cerca los pelillos de las narices de los consejeros autonómicos.
Por eso se explica que lo flipen con cosas que a ustedes y a mí nos dejan fríos. Lo de Wikileaks, por ejemplo.
Lo flipan con que un embajador de Estados Unidos mande informes a Washington sobre políticos españoles. Califican esos informes de “demoledores”. Un ejemplo de demolición contenido en un informe diplomático de Estados Unidos:
“Zapatero juega mirando a una base electoral izquierdista y pacifista, y usa la política exterior para ganar puntos en la política española, más que para atender las prioridades básicas de la política exterior u objetivos estratégicos más amplios (…) Esto ha derivado en una relación bilateral errática y en zigzag”.
¿Qué cuerpo se les ha quedado? ¿Se tambalean sus principios, se desvanece su visión del mundo? ¿Les tiemblan las canillas? ¿La tienen tiesa, caballeros? ¿No? Entonces, es que no son periodistas de verdad. Porque donde un periodista de verdad ve un informe demoledor, ustedes y yo vemos una valoración política normalucha, una opinión que podía expresarse en cualquier bar de España. Yo les puedo hacer un informe mucho más demoledor sobre Zapatero si quieren. En Intereconomía, también.
Para demoledores, los dos garrulos de esta temporada de Pekín Exprés, Manolo y Engracia, preguntando a unas chicas tailandesas si estaban dispuestas a meterse pelotas de ping pong en el coño para expulsarlas a gran distancia luego. Eso sí que es demoledor.
Más cosas que excitan a los periodistas de verdad: conocer listas de gente mencionadas en los telegramas oficiales de Estados Unidos. Dice El País:
En esta agenda figuran el Rey (mencionado en 145 cables, incluidos los de otras embajadas), José Luis Rodríguez Zapatero (111), Mariano Rajoy (129), Felipe González (76), José María Aznar (53), ministros, jueces, fiscales, empresarios y representantes de las más altas instituciones del Estado.
¡No me diga! ¡Madre de dios! O sea, que un embajador de Estados Unidos se dedica a informar sobre las actividades del rey, de Zapatero, de Rajoy, de Felipe González y de Aznar, además de las de ministros, jueces, fiscales y empresarios.
Jamás lo hubiera pensado.
¿Dónde está la noticia? Siguiendo las normas del periodismo, lo noticioso aquí sería que los informes estuvieran repletos de referencias a Los Del Río, de pinchazos telefónicos a Cañita Brava y de sinopsis de las reposiciones de Paco Martínez Soria en Cine de Barrio. Eso sí que serían unos informes demoledores y escandalosos, absolutamente inesperados. Pero que el embajador informe a sus jefes de que el rey anda duro de oído y que conviene hablarle por el izquierdo, porque por el derecho no se entera de nada, entra dentro del trabajo rutinario de un embajador.
Al menos, de lo que yo pensaba que era un embajador, que viene a ser un señor muy aburrido que sabe quedarse despierto en los discursos oficiales.
Que sí, que será todo muy excitante. Los entresijos de la diplomacia. Guau. Qué superimportante, tío. Mola mazo.
A mí, ya me perdonarán, me parece un coñazo. Informes por triplicado, sellos oficiales, señores que se apellidan Rajoy… Creo que Hitchcock no tenía ni para hacer un corto con todos esos documentos filtrados.
Pero, claro, yo no soy un periodista de verdad. Yo no entiendo la erótica del poder. Yo sólo soy un desgraciado adicto al hentai.
