EXPERTOS EN CORBATAS

No he visto el debate. No me interesa nada. Y creo que tampoco le interesa mucho a los miles de millones de personas que, según las entusiastas cifras de audiencia que se publicarán hoy, lo han seguido. Me atrevería a decir que a los candidatos —a ellos menos que a nadie— tampoco les importa.

Es muy optimista llamar debate a lo que no llega a ser ni un careo judicial, y es ciertamente deprimente que la discusión sobre la res pública se haya reducido a un nivel retórico tan paupérrimo que no alcanza ni la caricatura ni la autoparodia. Pero así estamos, todos tan contentos, analizando gestos y modulaciones de la voz de dos señores mayores con escasa o nula telegenia. Dos pasmaos que hablan mirando a cámara procurando que el eco de sus propias palabras no les distraiga.

Entiendo que las interpretaciones escénicas de un Al Pacino o de un Marlon Brando dan para mucho análisis. Lo que transmiten, cómo lo transmiten, qué parte hay de técnica y qué de talento bruto, cómo consiguen emocionarnos con un simple arqueo de cejas… Pero de dos burócratas oscuros que guiñan los ojos al ser deslumbrados por los focos y se trastabillan al hablar, ¿qué se puede sacar en claro?

Pase que nos hagan tragar esta cochambrosa y ridícula puesta en escena como un sano ejercicio democrático. Pase que, falseando por completo el funcionamiento del sistema representativo parlamentario por el que se rige España, nos vendan como candidatos a la presidencia del gobierno a dos señores que, simplemente, son los cabezas de lista de sus partidos por una sola circunscripción electoral (de las 52 que hay). Pase que se intente vender la idea —a fuerza de repetirla— de que sólo hay dos partidos políticos en España.  Pase incluso que estos dos señores hayan decidido por su cuenta y riesgo que la letra ‘d’ de los participios regulares terminados en -ado es tan muda como la hache, y que tengamos que oírles decir, con el consecuente daño auditivo, terminao, arruinao o pasao. Y pase también que algún periodista se crea de verdad que esto tiene una trascendencia mayor que la de un episodio repetido de Aquí no hay quien viva (más quisieran ellos, por otra parte).

Acepto todas estas cosas sin ganas de darle Tres en Uno a la guillotina que guardo en el trastero. Pero lo que de verdad me toca los gitanales es que nos pasemos no sé cuántos días con los analistas y los politólogos monopolizando el discurso de los medios, con su sofisticado y gramaticalmente obsceno derroche de bobadas y sutiles hallazgos de memeces.

Que alguien que presume de solvencia intelectual me venga a argumentar por qué ganó Fulano o por qué perdió Mengano basándose en los más chabacanos tópicos de la psicología transaccional (probablemente, sin saber siquiera qué cosa es la psicología transaccional) me fatiga muchísimo. Que señores que se creen muy listos —y que generalmente juzgan mi trabajo y el de otros como yo como rellenos, chorraditas o entretenimiento para ociosos y marujas. Y eso, cuando quieren ser generosos y educados— llenen columnas y columnas y minutos y minutos analizando gestos anodinos, sudoraciones intrascendentes o tics irrelevantes, me deja pasmado y da la medida exacta de la calidad que la democracia y el periodismo tienen en España.

Un país avanzado y culto de verdad podría tolerar estas pantomimas, pero relegándolas a un lugar secundario. The Toronto Star, uno de los principales diarios canadienses, nave nodriza de un montón de cabeceras regionales y famoso porque uno de sus corresponsales europeos fue un señor llamado Ernest Hemingway, lleva su Politics Page hacia la mitad del diario, y apenas la deja ver en su web. Las noticias locales de corte social y, muchas veces, cultural, son las que destacan más. Los dimes y diretes del politiqueo se consideran aburridos asuntos de gestión que, por normalidad democrática, no deberían ocupar el centro de la atención pública. O, al menos, no anegarlo todo. Quizá no sea casual que este periódico, aun con la caída en picado de la prensa, conserve gracias a esta línea una gran tirada de casi medio millón de ejemplares.

¿Por qué no somos un poco más canadienses? Quizá porque para eso tendríamos que haber estudiado más, tener mejores universidades y un Estado del bienestar digno de ese nombre. Es obvio que necesitamos mucha más democracia para poder desentendernos de la democracia y relegar sus cuitas administrativas al oscuro rincón de las cosas aburridas que se atienden entre bostezos. Pero somos un país de taxistas y tenderos gritones. Un país de ágrafos que atienden aborregados los desquiciados y pedantes discursos de unos expertos en nudos de corbatas y en sudoración facial que se hacen pasar por guardianes de la democracia o algo así. Y cuando el sarao este acabe, cambiarán a Telecinco para ver qué dice la Esteban de todo esto. O de lo que sea. Lo importante es que haya gritos. No temo que se ofendan y quemen mi casa con sus antorchas de masa enfurecida, porque sé que los poquísimos individuos que hayan llegado hasta esta línea del artículo son más canadienses que españoles y, por tanto, no se sentirán aludidos.

Me gustaría decir con los tristes esos de la Generación del 27 que me duele España. Pero me da más asquete que otra cosa. En días como estos, me siento extranjero y me pregunto cómo me sentará un plumas bien abrigado y un gorro polar para pasar calentito el crudo invierno canadiense.

16 respuestas a EXPERTOS EN CORBATAS

  1. Yo también me siento extranjero en mi país. No creo, por otra parte, que la educación vaya a salvar la manta del fuego. España es cañí no por falta de educación, sino por convención. Y los que no somos nada cañís estamos obligados al exilio interno.

  2. Chapeau!!! … a mi también me da asco España.
    Y si creo que tenga solución, esto no lo llevamos incrustado en el ADN (aunque a veces lo parece). Un cambio hasta los tuétanos en la educación, nos pondría en un nuevo y buen camino.
    Y si vienen a quemar mi casa, les aguardo impaciente, que me dan unas ganas de repartir hostias …

  3. Por todo esto creo sinceramente que hace falta una asignatura de Educación para la Ciudadanía.

    Ya, ya sé que es utopía pura; tenemos asignaturas de ciencias y la gente sigue yendo al homeópata.

    Pero es que en Canadá hace un frío de narices.

  4. Rondabandarra

    Bravo.

    Y estoy de acuerdo con Ángel y en desacuerdo con D.L. Cardiel: la educación nos salvaría. En condicional. Pero no lo hará, o al menos, nosotros ya no lo veremos.

  5. Supongo que no nos referimos a una educación “sapiencial”, es decir, que implica pensar, y más a un aspecto convencional, valorativo, que implica formas sociales. Es que dependiendo de a qué aspecto nos refiramos, la situación puede cambiar mucho.

  6. Brutal artículo. Todo un filón. Hace falta esta perspectiva. Espero tan sólo que la referencia a la generación del 27 sea una confusión deliberada a lo Vilas. Un abrazo.

  7. Yo no lo ví , pasé olimpicamente de él. Lo siento pero ya no los creo …y tampoco veo Tele 5 jamás y además de verdad. Solo enciendo la televisión para ver películas pero no cualquiera , el único programa que sigo es “Borradores”, no es que vaya de cultureta ni nada parecido ni tampoco me voy a ir a Canadá , simplemente es que me cansa que piensen que somos idotas ….
    Saludetes …

  8. José Antonio

    La educación es indiscutilemente la fuente de riqueza de un pais, pero, para que queremos la educación si no somos capaces de mojarnos un poco el “culo” dando lo mejor de cada uno de nosotros para salvar a este pais de la debacle, de la que todos somos culpables. El ignorar los debates y los problemas, con un vaso de whisky en la mano, o ya lo arreglaran otros, ya no es válido, hay que dar la cara y mojarse.

  9. Abracadabra

    Lo mas triste, es que ya ha pasado otro día… y todo sigue igual. ¿Por que no señaláis con el dedo al/la sinvergüenza escaqueador/a, alparcero/a bufonista, rebosante de orgullo mediocre, aforado en el vulgo e ínfimo nivel intelectual (que no por que académico)?

    La respuesta es… Cultura gregaria y miedo al desplazamiento social.

  10. Dani: pues me gustaría tirarme el pisto y decir que sí, que es un juego vilesco, pero la verdad es que es un lapsus numerae, si es que tal cosa existe. Es que 98 y 27 son casi iguales, se confunden en el teclado. No lo voy a corregir, para que me proteste alguien y me dé marcha.

    José Antonio: no tengo la menor intención de arreglar nada ni de mojarme el culo. Me gusta tenerlo limpio y seco. Y no tengo ningún vaso de whisky en la mano: necesito las dos para escribir y no empiezo a beber alcohol hasta las 7 de la tarde, por prescripción facultativa.

    Abracadabra: no tengo ni la más remota idea de qué me/nos quieres decir. En serio, será que no domino el idioma conspiranoide.

    Gracias a todos por vuestras lecturas y comentarios, de verdad. Da gusto ver que hay alguien ahí fuera que no está atrapado en el bucle electoral.

  11. Yo tampoco ví el esperpéntico debate. Supuse que el uno no iba a decir nada de lo que piensa hacer y el otro se iba a limitar a repetir “yo no he sido”. Ese tiempo que gané anoche.

    Y si la situación de España es la que es, siempre nos podemos refugiar en la idea de la nueva Europa. El problema es que están construyendo Europa desde arriba y están cometiendo bastantes errores habituales en los actuales estados europeos.

  12. ¿José Antonio? ¿Primo? ¿De Rivera Ordoñez? Yo he dejado de beber, también por órdenes de un bata blanca, pero leer cosas tan demagogas y manidas y tontorronas anima al copazo

  13. Cardenal Soldevila

    Yo lo veo como cuando vas en un coche y tienes que elegir entre dos caminos (no me refiero a izquiedas y derechas), y coges uno y te queda la duda. Pero alguien dice: “sí sí, que creo que es por aquí”. El camino se convierte en una carretera, aunque no muy bien asfaltada. Entonces se sigue un poco más. Se llega a un control de la guardia civil, y los agentes, con la amabilidad que les caracteriza, “sí, es por aquí”. La carretera ahora está más lisa, pero está prohibido circular rápido, circular despacio, parar, salirse… Un poco más alante aparecen unas luces: se llega a una autopista con varios carriles y alumbrado eléctrico. “Confiad en mí, de verdad, que vamos bien”. Tras circular un buen rato por la super autopista guay, aunque con peajes (que puedes pagar con tarjeta); después de que te hayan saltado 20 radares (cuyas multas también puedes pagar con tarjeta o por internet) y te hayan registrado en 67 cámaras de videovigilancia por tu seguridad; después de haber echado litros y litros de gasolina (que puedes pagar con tarjeta, y además te dan puntos, y con 8965 puntos puedes cambiarlos por un sifón eléctrico de jana montana que se enchufa al mechero del coche); y en el momento en el que se enciende la lucecica que te dice que has entrado en la reserva, algún agorero dice: “a que no era por aquí…”. Entonces otro alguien saca su nuevo móvil con tecnología frisbi y con pantalla tactil, sólo válida para gente que no se mancha las manos al trabajar, y todos nos llevamos las manos a la cabeza al darnos cuenta de que, en primer lugar, ése no era el camino; en segundo lugar, que estamos perdidos y no sabemos hacia donde vamos; y en último lugar y lo peor de todo, que el otro camino del principio, un simple camino de tierra, no sale en el GPS.

    Y, si aun queda espacio en el servidor, añadir que no creo que el problema sea sólo del estado español. No quiero quedar de defensor de la patria; no sé ni si tengo/siento patría, y si la tengo será la pequeña localidad donde vivo, o si me apuras, un colchón de 1,20 por 2 m. Pero llevo un tiempo viviendo “fuera” y creo que en otras partes pasa lo mismo, aunque se haga en otro idioma, hablando más bajito, y fomentando la industria armamentística ecológica y la farmacéutica de comercio justo.

    Por lo demás, moja más un vaso de whisky que una papeleta, y señalo los culos mediocres y mañana sol y buen tiempo.

    Salud.

  14. Hoy, nueve, he leído esto. Hoy ha muerto un camionero en la nacional sin desdoblar Zaragoza-Logroño. Uno de la decena de muertos anuales en esos escasos kilómetros de carretera en la última decena de años. Y he pensado que vivo en una mierda corrompida.

  15. Cardenal: evidentemente, esos problemas no son solo españoles. Es un problema absolutamente global, muchísimo peor que lo puede ser la cansina crisis económica.

    Es sí, si hablamos de lo “cañí” solo nos referimos a rasgos casi exclusivamente españoles, totalmente patrios, pero a nivel cultural y no político.

  16. Pues no sé qué es peor, si comentar las lindas corbatas de estos dos “señores”, o comentar lo que otros dos “señores” (Sarkozy y Obama) se gastaron en pasar una sola noche en un hotel en la recién celebrada cumbre de Cannes (40.000 y 30.000 euros, respectivamente). Ve sacando el Tres en Uno, Sergio, por favor.

Deja una respuesta