FABULOSAS NARRACIONES POR HISTORIAS

Lo intenté leer hace un par de años, poco después de que Tusquets la reeditara (creo que la primera edición es de 1997), pero no sé por qué abandoné en la página 15. Decepcionado y cansino. Hace una semana tropecé con una reseña que la ponía por las nubes que me divierte mucho y de cuyo criterio me fío, así que le di otra oportunidad.

¿Por qué abandoné en la página 15, decepcionado y cansino? Por gilipollas. Si no supe ver la genialidad de esta novela entonces es porque era gilipollas. No hay otra explicación: estaba ciego y ahora veo. Y no puedo decir más.

Fabulosas narraciones por historias, de Antonio Orejudo, es un libro cojonudísimo, espléndido, fascinante, cabrón y divertido. Hacía tiempo que no veía mezclada tanta mala leche con tanta elegancia, tanta bestialidad con tanto refinamiento. Lo he devorado en tres noches, y eso que son 400 páginas de rústica de Tusquets en tipografía pequeñica, lo que viene a equivaler a unas 600 o 700 de otra editorial con tipos más apropiados para la presbicia. Y, aún así, creo que he tardado mucho en leerlo: maldigo cada ruido y cada beso y cada timbre de teléfono que ha interrumpido la lectura. Y cada vencimiento de párpados de madrugada.

Leer, amigos, es el estado ideal. No escribir, no publicar, no brillar: leer, sólo leer. Asocialmente, misántropamente, tóxicamente, albornócicamente, pijámicamente. Lo había olvidado y Antonio Orejudo me lo ha recordado. Hay quien lee para escribir. Algunos escribimos porque leemos, y nos creemos mejores que los primeros, pero somos igualmente inferiores a los que leen porque leen.

No se apuren, que yo me entiendo. Aún no he enloquecido del todo.

El libro de Orejudo, que me pierdo.

Si has nacido en España después de 1950 y te gusta la literatura —y, por tanto, has sido debidamente escolarizado, no me valen los poetas de la calle ni los letristas de Camela—, tú también has pasado por el calvario de la Edad de Plata. Tú también has tenido que rendir culto a las vidas de santos de Lorca, de Buñuel y de los señoritos del 27. Item más: te has tenido que tragar algún ladrillo de Unamuno y fingir no sólo que lo entendías, sino que te emocionaba el alma de Castilla (¿qué coño era eso del alma de Castilla?). Hasta te habrás familiarizado con el término krausista y habrás descubierto que Baroja, aunque era laísta, sabía escribir Schopenhauer sin errores (no como yo, que seguro que lo he escrito mal).

Si tú, como yo, has hecho un comentario de texto de las poesías de Juan Ramón Jiménez en edición negra de Cátedra, y si, como yo, has visto a un pobre profesor de literatura humillarse al intentar leer A un olmo seco, gozarás a rabiar con Fabulosas narraciones por historias.

Orejudo hace en este libro lo que los chicos aplicados y modositos que éramos no nos atrevíamos a hacer ni a decir en clase: encorrer a boinazos a Juan Ramón Jiménez mientras le llamamos Juancho el Fino; preguntarle a Unamuno si su madre, recientemente fallecida, sólo sentía placer cuando, al cagar, conseguía que el zurullo saliera intacto y no partido en dos por la involuntaria contracción del esfínter, y soltar un cerdo con una cabeza de ajos en el culo en medio de una tertulia de José Ortega y Gasset.

Todas esas cosas pasan en esta novela que no va de la generación del 98 ni de la del 27 ni de la del 69. Va de literatura y escritores, sí, pero no de literatura y escritores de época. Eso es sólo un escenario, un leitmotiv gamberro para escándalo de técnicos intermedios del Ministerio de Educación. Lo que viene a decirnos Orejudo es algo que ya sabíamos: que los escritores, al contrario que los libros, dan asco, que son gentuza y que es preferible la amistad de un sicario colombiano a la de uno de estos juntaletras que no conocen ningún sentimiento noble que no esté relacionado con su ombligo o con su polla.

Nada nuevo. Pero Orejudo lo cuenta con una gracia y una elegancia muy raras de ver en la literatura de estos lares.

Dice uno de los secundarios —escritor, of course— al final del libro, a modo de resumen-moraleja:

Los ricos siempre han permitido la existencia de artistas y de intelectuales disidentes porque les divierten, porque están ahítos de poder y de placer y buscan secretos vitales desconocidos para ellos, que les liberen de tanto hastío. Los escritores, los poetas, los pensadores y los artistas somos como los enanos de Velázquez. La única actitud revolucionaria es no publicar, renunciar a divertir a esa gentuza, no seguirles el juego, dejarles que se ahoguen en su desidia y en su mierda. Yo sigo escribiendo porque me divierto mucho haciéndolo. He debido de terminar dos o tres obras y algunos libros de poemas, pero lo he quemado todo. No publicaré jamás y tampoco les divertiré cuando me muera. Sólo quiero que se jodan.

Quizá necesitaba reírme. Quizá eran las ganas tan desesperadas que tenía de reírme en este lodazal de mierda en el que chapoteo lo que me ha hecho apreciar tantísimo este libro. Pero sigo pensando que si el yo de hace unos años no supo verlo es que ese yo era un gilipollas. Un gilipollas feliz, pero gilipollas al fin, y no el lúcido desgraciado que soy ahora.

4 Respuestas a FABULOSAS NARRACIONES POR HISTORIAS

  1. Anda, no seas gilipollas , riete agusto y en paz…..

  2. Yo me he reído mucho leyendo Las mil peores poesías de la lengua castellana, de Jorge Llopis (Barcelona: Planeta, 1973). Es una parodia de los diferentes estilos y autores de la poesía española, pero demostrando conocer muy bien el tema.

    Aquí va una parodia de un romance de García Lorca:

    Cuando el cielo en el sobaco
    tiene cosquillas de peces,
    y el viento suave le pone
    zancadillas de merengue;
    cuando las rosas eructan
    suspiros de luna verde,
    Felisa va por el río
    y nada se le humedece.
    ¡Ay, que la niña sonámbula
    tiene angustias de cipreses!
    En las barandas del cielo
    un barco de sal se duerme.
    ¡Ay, que la niña está amarga
    lunes, miércoles y viernes!
    En el olivar se cuaja
    un gazpacho de relente
    que con su pringue embadurna
    la efigie de Julio Verne.
    ¡Ay, que la niña en el turbio
    cristal del agua se mete!
    ¡Ay, que el agua ya le enfría
    lo que antes tuvo caliente!
    Por la barriga del mundo
    cabalgan siete corceles:
    cuatro van al Infinito,
    y los otros, a Albacete.

  3. Repito entrada, para comentar otra cosa completamente distinta.
    Alguna vez se ha hablado aquí de la banalización del mal. Pues bien, creo que he encontrado el colmo de la banalización: una granja de visones es equiparada al campo de exterminio de Auschwitz. Y además, once gallinas han sido rescatadas de una granja. Todo eso y más, nos lo ofrece Igualdad Animal. Si usted piensa que un ser humano vale más que un cochinillo, está muy equivocado.

  4. OMFG!
    (O sea: ¡La ostia puta!)

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